Buenos días, a pesar de todo. La piscina no es un invento de ahora. Ya había charcos de agua construidos por el hombre en la época de los romanos, quienes se especializaron mucho en baños y se bañaban con asiduidad, a veces se bañaban con agua y se secaban con mujeres, pero lo hacían. La pileta de natación es algo que todavía caracteriza el poder económico de los pudientes. Cada vez las hacen más lindas, con formas originales, con revestimientos carísimos y con luces de colores, que les ponen un encanto especial a los jardines de los guitudos. En algunos jardines de Lomas de Zamora, en Buenos Aires, zona cheta del gran Buenos Aires, donde en las últimas elecciones ganó el Goyo Pérez Companc, aunque no era candidato, hay piletas tan lujosas, que tienen agua mineral y mayólica española del siglo XV, y pichí de los bañistas, pero pichí al que le han hecho el control antidoping. El pueblo pueblo usa el estanque que tiene en la finca para el agua de riego, la acequia que atraviesa la viña si es que le ha tocado el turno de riego, el canal más cercano, sobre todo, en la zona de la toma, donde se ensancha, o la Pelopincho. Voy a hacer una alabanza a la Pelopincho. Sé que es una marca comercial, pero no está en mi ánimo publicitar la marca, ocurre que así se llaman, como una generalidad, a todas las piletas con cuatro o seis barrotes de aluminio en esquinas y costados y una lona adornada con dibujos alegóricos, como una pareja de delfines saltando, un cardumen de cornalitos tratando de huir de medio mundo, un pez espada matando a un pez de basto y un submarino inglés con misiles nucleares. Apenas una lona y seis parantes hacen la delicia de aquellos que no tienen cuentas corrientes en los bancos ni camionetas cuatro por cuatro atrasadas en el Impuesto Automotor. Es decir, los inquilinos de la clase media, los dueños de un sueldo que no da para depósitos en Suiza, ni siquiera en el Rincón Suizo de Blanco Encalada. ¡Qué maravillas hace la Pelopincho, cuántas sonrisas de pibes provoca, cuánto alivio a la canícula que se apodera de la atmósfera sin llenar formularios en el Instituto de Meteorología! Pelopincho fue un personaje de la revista Billiken de los años 50 del otro siglo, la tira se llamaba Pelopincho y Cachirula y eran dos pibes que hacían diabluras de pibes. El nombre Pelopincho sucedía porque el vaguito tenía los pelos parados, de ahí pelo pincho, cabello que pincha. No sé qué cornos puede tener que ver con la pileta precaria, pero así se la conoce. En estos momentos, está en pleno funcionamiento en millones de hogares argentinos, y habrá gritos de pibes, salpicaduras de pibes, y dos padres en dos reposeras con sombreros horribles, rindiéndole pleitesía a Don Lucas. Cuando una piscina de las chetas se rompe, hay que convocar a plomeros, mecánicos, albañiles e ingenieros hidráulicos, cuando una Pelopincho se rompe, se arregla con un parche instantáneo y ¡que siga la joda! ¡Loor a la Pelopincho, que ayuda a nuestro pueblo a soportar el calor con alguna alegría, gloria para ese adminículo que cabe en cualquier patio, en cualquier azotea y aún en cualquier balcón! Que el Gobierno instrumentara el plan “Pelopincho Para todos” sería justicia.