El país está indignado. Y va a ser difícil que se lo perdonen. Ella jugó a que nadie se diese cuenta, se propuso disimular su pasado, se embarcó en la tarea de que sus aventuras de los últimos años quedasen en la nada. Increíblemente, lo consiguió. Una vez vuelta al ruedo, todos sus mohínes y gestos post adolescentes ganaron las pantallas y se metió en el corazón de aquellos argentinos siempre dispuestos a creer. Por supuesto que para muchos resultó insufrible pero eso a ella no le importó nunca. Sin embargo la mentira tiene patas cortas (no sé si se puede seguir diciendo esto sin ofender a alguna agrupación de gente en situación de petisos) y todo se supo. Estalló el escándalo y quedó claro que este país es lo suficientemente adulto como para no soportar una mentira más. Las redes explotaron contra Samanta de Bake Off y hasta la comenzaron a llamar Sachanta. La chica había mentido en su currículum para participar del popular programa de Telefé (Telefé, la tercera zona del país con más infectados de coronavirus, después de Amba y Chaco) y ocultó que había trabajado profesionalmente como pastelera, circunstancia prohibida por la producción del programa que ahora estará viendo cómo sacar provecho de la situación. El país se indignó. Y como pasa en estos casos, apareció el cuñado y la trató de chorra, dijo que le había vendido un comercio que ya le había vendido a otra persona; y hasta la tratan de asesina por la posible existencia de un homicidio culposo. Sí, apuntaron como chorra y asesina a la chica que se largó a llorar sin consuelo cuando se le quemó un bizcocho y se descompensó por hacer mucha fuerza con la churrera.

A diferencia de Samanta, que lo único que pretendía era participar de un programa de pasteleros amateurs y llevarse el premio de poco más de 4.600 dólares, la presidenta vice, que quería volver a dirigir los destinos de más de 45 millones de personas, no escondió nada. Nadie podrá decir que la presidenta vice ocultó algún dato, todo estaba a la vista. Ella eligió al candidato a presidente y todos felices creyendo que el elegido tendría libertad para imponer su criterio sobre el de quien lo eligió. O que tenía otro criterio. Gente que pasa años quemándose las pestañas en libros que siempre dicen lo mismo para decirnos a los simples mortales cuáles son los caminos de la sociedad y el estado, como Beatriz Sarlo por ejemplo, creyeron hasta parece sinceramente que el presidente sería Coso Fernández y la Presidenta Vice se dedicaría a tejer crochet, cuidar a sus nietos en las estancias del sur, como viuda y estanciera que ya no joven, como en la película de 1941 con Mecha Ortiz y Guillermo Battaglia. Porque sus antecedentes parecían decirle, a ese maravilloso grupo de inocentes sobreeducados, que la señora nunca tuvo ambiciones personales, que jamás le entró a los dólares como Berni a las armas largas y que lo que siempre buscó fue la paz y la armonía de un país moderno.

Entonces fue elegido presidente un señor que acusó de las peores traiciones a quien llevaba de vice y a todo su entorno, que terminó convirtiéndose en el propio entorno y fue elegida como vice una señora a la que es difícil detectar si tiene más millones de dólares que causas judiciales o viceversa. En el medio, no se privaron de gritar a los cuatro vientos, ellos mismos o sus adláteres, cómo querían formatear el futuro de la patria. Así fue que sueltos de cuerpo dijeron que anhelaban un Ministerio de la Venganza; una Conadep de Periodistas; que sabían que Venezuela no era una dictadura (el informe Bachelet de 6.700 asesinados en un año y medio no los conmovió); que pensaban en cambios constitucionales; que tenían interés por algo parecido a una Junta Nacional de Granos; hubo el año pasado antes de las elecciones cortes de silobolsas como aviso de lo que pensaban sobre el esquema productivo del país; Grabois entró a los gritos a los shoppings; se vieron desfachatadamente las peleas por espacios de poder que terminaron en absurdos tales como la Señora Coso Massa dirigiendo un ente técnico del que no tenía ninguna idea previa y que ahora le pone un chorrito de lavandina al agua, total, adentro todo se mezcla; y al empresario teatral dirigiendo una empresa aeronáutica que corre con la seria posibilidad de ser la única manera de viajar en avión por el país. Los analistas, todos serios como la señora Sarlo, examinaron sesudamente las informaciones de cada bando de un rejunte de ganadores a ver quien cantaba más fuerte con Los Ratones Paranoicos “Yo quiero mi pedazo”.

Y sí, todos tuvieron su pedazo. Pedazos de nuestro país, pedazos de nosotros mismos descuartizados en la interna peronista.

El plan de choreo, venganza e impunidad está en marcha y muy avanzado. Llega a niveles que nadie esperaba como cortar los micrófonos de una sesión del Senado y dar por aprobada una ley sin los votos necesarios o que el presidente apriete en público a un juez porque eso de la división de poderes queda para gobiernos neoliberales; desatan a las policías provinciales con un nivel de salvajismo que no se ve desde la dictadura; bajan el dinero de los jubilados por decreto y le dan unos 400 mil pesos por mes un vicepresidente condenado al que además sacan de la cárcel con la excusa de la pandemia y liberan presos en general mintiendo que no lo están haciendo. En el momento en que estamos prendiendo velas por terminar bien la negociación de la deuda, que viene más complicada que la curva en el conurbano, el Presidente Coso despotrica contra quien puede influenciar en los bonistas -el presidente de Estados Unidos- y se pone en la vanguardia para cambiar al mundo junto con López Obrador mientras le manda cariñitos a Chávez, Lugo, Lula, Lagos, Correa, Mujica. Sí. El Presidente Coso quiere cambiar el mundo aunque no pudo ni armar su gabinete sin la venia de su vice.

En menos de 30 segundos se metió en la política interna de seis países antes hermanos y ahora, no; porque a él no le gustan los gobiernos que hay ahora en esos países, como si eso fuera importante; como si eso pudiese manejar la política geoestratégica del país. “Ah, no, no me gusta tanto Lacalle Pou, ¡buh!”. Protegido por una jauría que desata cuando alguien, como la periodista Cristina Pérez intenta hacerle una pregunta, el Presidente Coso se sigue sintiendo dueño de angustias y miedos de la población, determinando quién sí y quién no, como si no nos diéramos cuenta que fue la inacción de un gobierno de científicos el que nos llevó, a seis meses de desatada la pandemia en el mundo, al peor de los escenarios: por un lado, con la gente exhausta, quedarse adentro para muchos será imposible con lo cual el panorama sanitario será sin dudas complicado porque el virus sigue estando ahí pero por otro, con los comercios cerrados, el panorama económico también se irá a pique. O sea la gente en la calle, los negocios cerrados ¿qué puede malir sal? Ni el bizcochuelo de Samantha quedará tan quemado como el país cuando quiera respirar. La impresión es que el único tanto que el gobierno podría anotarse es que no explote el número de muertos porque la economía ya se dio por perdida. ¿Qué pasaría si las víctimas crecen exponencialmente después de haber matado la economía del país? Nadie sabe porque hay que recordar que acá nadie escondió el currículum.

“La libertad se pierde cuando uno muere” dijo el dueño de Dylan el viernes, después de mostrar una filmina equivocada por enésima vez (a esta altura, bien puede pensarse que es una cábala) y, aún en este país en donde todo pasa tan rápido es imposible no recordar la cara inocente de Luis Espinoza, muerto por la policía bajo la acusación de “quebrar la cuarentena” y de los dos jóvenes que aparecieron muertos en cárceles de San Luis, por el mismo delito. Está explotando el delito en el conurbano y en Merlo una pueblada quemó vivo a un muchacho acusado de ser el asesino de un colectivero. Son vecinos que ya no creen en el monopolio del uso de la fuerza por parte del Estado. ¿Cómo sigue? En Tucumán, en la noche del miércoles, la policía persiguió a Walter Nadal -a quien se lo sospecha de haber robado no se sabe qué a alguien que no hizo ninguna denuncia- y apretarle con su rodilla el cuello mientras Walter gritaba “No puedo respirar” hasta asfixiarlo y morir poco después, de un infarto. Que Walter usase la traducción al castellano de las palabras del célebre George Floyd no hizo aquí disparar una serie de revueltas como las que ocurrieron en todo el mundo por la misma situación. Parece que “tucumans lives don´t matter”. Quizás el gobierno piense que el que avisa no es traidor, por eso la nueva interventora del servicio penitenciario federal -una interventora puesta por la vice contra la voluntad del dueño de Dylan que quiere cambiar el mundo- María Laura Garrigós de Rébori dijo que “charlando con Sabrina Frederic hablábamos de que el día que salgamos de la cuarentena vamos a tener un pico de delitos contra la propiedad”. O sea, ya te avisé, ahora el problema es tuyo. Parece que el pico, a diferencia del sanitario previsto originalmente para mayo, es un poco ansioso y ya se están robando hasta las ganas de vivir de la mano de la policía y los presos en situación de libertad.

Telefé anunció que quizás haya cambios en el último programa de Bake Off. Samanta, al no mostrar su currículum, hizo trampas. La indignación popular tuvo su premio y la chica ya está más al horno que su popular bizcochuelo negro. La presidenta vice, en cambio, puede estar tranquila: nadie puede decir que no sabía lo que estaba votando.

Eso sí, el horno, no está para bollos.