Muhammad Yunus es el primer banquero que recibe el Premio Nobel de la Paz. Contradiciendo la cruda ironía de Bertold Brecht –quien decía que no sabía cuál crimen era peor, si atracar un banco o fundarlo– el jurado ha otorgado el famoso galardón al Grameen Bank y a su fundador, el “banquero de los pobres”, creador de un sistema de microcréditos que ha favorecido a más de 100 millones de pobres en el mundo. El comité noruego que concede el Nobel de la Paz ha tenido buen cuidado en explicar su sorprendente decisión, estableciendo una inteligente relación entre paz y pobreza.

    “No podrá alcanzarse una paz duradera hasta que una gran parte de la población mundial encuentre la manera de salir de la pobreza”, afirman los hieráticos académicos. Vincular la ausencia de paz a la persistencia de la injusta situación de pobreza en la que viven sumidos millones de seres en el mundo es atenazar con decisión el nervio central del mayor problema actual de la humanidad. Supone reconsiderar el objetivo bushiano de guerra (irracional) contra el terrorismo, para reconvertirlo en una guerra (racional) contra la pobreza. Como denuncia el propio Yunus, en este siglo “había que ocuparse de la pobreza, pero Bush lo estropeó todo”, dijo.

    “¿De dónde nace el terrorismo?”, se pregunta también el flamante Premio Nobel, y brinda esta respuesta: “De un fuerte sentido de la injusticia (…) Puede ser una injusticia religiosa, política, económica o imaginaria. No importa. ‘Para mí es real’, dice el terrorista”. La reacción contra esa injusticia conduce al ejercicio de la violencia, en la creencia de que así se conseguirá revertir la intolerada situación. Una muestra elocuente de la absurda manera de enfocar el problema del terrorismo lo evidencia la situación actual en Irak.

    Más de 600.000 iraquíes han muerto a causa de la violencia desde que EEUU invadió el país en marzo de 2003, según la prestigiosa revista británica The Lancet. Esta cifra es muy superior a los cerca de 50.000 muertos contabilizados por la ONG británica Irak Body Count o a los 30.000 admitidos por la Administración Bush, pero se basa en un minucioso estudio efectuado sobre el terreno.

    Lo notable es el elevado costo para alcanzar semejante resultado. El economista y Premio Nobel, Joseph Stiglitz, de la Universidad Columbia, y la profesora Linda Bilmes, experta en presupuestos de la Universidad de Harvard, han calculado que los costos totales de la guerra en Irak son mucho más grandes que los previamente proyectados, hasta diez veces más que el cálculo oficial más alto justo antes de la guerra. Ambos economistas estiman que el costo total, incluyendo los gastos sanitarios de más de 40.000 inválidos en EEUU, superará finalmente el billón de dólares.

    Este irracional e incomprensible estado de cosas en que se encuentra sumido el mundo se hace más evidente al establecer el fuerte contraste entre los fondos dedicados a combatir la pobreza y los destinados a incrementar el nivel de armamentos. Se calcula que el conjunto de gastos militares en el mundo asciende a la friolera de un billón de dólares anuales. El 50 % de ese total corresponde al presupuesto militar un solo país, EEUU. Mientras tanto, la ayuda mundial al desarrollo apenas roza los 75.000 millones de dólares anuales, es decir, 7,5 % del total de gastos militares.

    Muhammad Yunus señala que “el movimiento del microcrédito –que se fundamenta en el dinero–, en el fondo tiene muy poco que ver con el dinero. Es únicamente un instrumento para activar los sueños de los seres humanos y ayudar a las personas desfavorecidas a que hagan realidad su propio sueño y tengan una vida más digna”. Añade que uno de sus sueños favoritos es que, cuando nunca más se vean personas pobres en la calle, en cada país y en cada ciudad se construya un Museo de la Pobreza para recordar aquellos tiempos ignominiosos.

    Es probable que cuando la humanidad esté en condiciones de construir los museos de la pobreza pueda levantar también los museos de la guerra. Si, como acaba de señalar el Comité noruego, la relación de causalidad entre pobreza y guerra es directa, cabe pensar que, con la desaparición de la pobreza, se extinguirá el milenario hábito, tan artísticamente humano, de la guerra. En ocasiones, también se puede dejar volar la imaginación y soñar que algunos sueños se hacen realidad.