Si algo suele caracterizar a la política es que es muy difícil que la sangre llegue al río, siempre algo suele funcionar como dique de contención, Hay cientos de ejemplos sobre esto, cientos de conflictos que parecían ser el final de una relación, de un partido o de una gestión y, de repente, todo se encamina como si no hubiera pasado nada. Algo de eso parece pasar en Mendoza.

        Sin embargo, la lucha de fuerzas es tan fuerte, tan dura, que nada está cerrado. Después de los cambios del lunes, los que, como pasa también muchas veces, no son ni chicha de limonada, todo pareció entrar en una zona de calma, pero nadie asegura que termine así. Lo que asombra es que los fogoneros de una y otra posición aparecen enfrentados por primera vez después de haber sido casi como padre e hijo, Cesar Biffi y Alfredo Cornejo.

DUROS Y BLANDOS.

        En medio de esta batalla entre cobistas moderados y los talibanes, pocas cosas pueden darse como ciertas. Así que hoy tomaremos alguna previsión: todo lo que usted lea de aquí en más fue chequeado por lo menos con dos fuentes, pero la interna en el cobismo –civilizada, por cierto– está desatada, por lo que todo puede ser cierto, o no. Los cambios comenzaron a gestarse el viernes, día en el que empezaron a sonar celulares de los más diversos con ofrecimientos que superaban ampliamente los cambios que, en realidad, se produjeron.

       Las reuniones se sucedieron una tras otra y, después de varios telefonazos, Cobos se juntó, en la mañana del sábaque los cambios sólo llegarán hasta donde llegaron, es decir, hasta donde Cobos necesitaba con urgencia marcar la cancha o recuperar la iniciativa. Seguridad y desplazar a la persona que ponía en riesgo la imagen de transparencia del Gobierno, ya golpeada con el caso de los barrabravas y el poco claro caso de los Vale Más, lo que permitiría no dinamitar los puentes lanzados hacía al iglesismo Se sabe que las batallas políticas se libran en varios frentes y uno de ellos es, sin dudas, los medios.

       Por eso, el sábado, cuando los talibanes vieron que los cambios no iban a tener la profundidad que ellos pretendían, la respuesta fue rápida:“Si no los volteamos, los limamos”, y dejaron caer a la prensa la operación tal como había sido pergeñada, una especie de “limpieza étnica”, como cruel y poco elegantemente la bautizaron para adentro. Ante la magnitud de la pelea y ya después de anunciar la primera –¿y última?– tanda de remociones, la Casa de Gobierno fue escenario, el lunes a la tarde, de una nueva charla entre Biffi, Cobos y Jaliff, entre otros, que terminó de frenar, al menos por un tiempo, la sangría mayor.

 LOS CAMBIOS.

 
      La salida de Miguel Alonso era casi cantada. A Cobos, Alonso le era como el té de tilo, no le hacía ni bien ni mal, aunque había logrado mejorar sustancialmente la imagen y el desempeño del Instituto, pero, ni bien asomó el primer inconveniente y la sospecha judicial se volvió algo firme, la confianza se esfumó rápido, como si nunca hubiera existido. Además, el gobernador necesitaba marcar distancias, porque las versiones de que la bomba judicial que estallaría en el Casino puede ser de fragmentación, lastimando para todos lados, ya corría en los últimos días con fuerza en la Casa de Gobierno.

         El otro cambió es más difícil de explicar. Hay quienes dicen que la idea era que la limpieza de iglesistas se llevara puesto a Miguel Bondino, pero el freno aplicado a último momento le salvó la cabeza al ministro. Sin embargo, la movida realizada en Seguridad tuvo dos señales claras que tienen igual cantidad de lecturas, según con quién se consulte. Unos dicen que es la muestra de que el cobismo no tiene gente; los cobistas dicen que lo que pasó es otra de las “las típicas señales de Julio”.

        El ascenso de Raúl Levrino a la Subsecretaría de Seguridad, según esta última lectura, es una señal a los iglesistas de que “no hay rencores para quien se dio cuenta a tiempo cuál era el camino correcto”. Así, también la llegada de Juan Montilla al lugar de Levrino, según ellos, es la clara señal de “que el Gobernador se involucra directamente en controlar ese despiole. Desde que se fue Alfredo (Cornejo), nunca hubo, hasta acá, una presencia tan marcada del gobernador”. Montilla es, sin dudas, una de las verdaderas manos derechas del gobernador, quizás sea uno de los tres o cuatro jóvenes que trabajan coco a codo con él, quienes no sólo lo conocen polítibastan para tomar conciencia.

       Hace casi cinco años, cuando Cobos recién empezaba a soñar con poder ser gobernador y ni la prensa hablaba de ello, el ahora mandatario llamó a dos o tres periodistas por separado a su despacho de la UTN para hablar del tema.Uno de esos periodistas fue quien esto escribe. De esos encuentros, donde Cobos quería esbozar su primer bosquejo de gobierno, de campaña y de relación con la prensa, sólo fueron testigos Juan Montilla y otro joven colaborador del entonces rector, a quien no vale al caso mencionar, porque se alejó de la actividad política.

       Más acá en el tiempo, Montilla se encarga tan profundamente de la cosas de su jefe, que fue –por ejemplo– quien viajó a Gualeguaychú antes que su jefe para encargarse personalmente de que nada en el lanzamiento nacional de Cobos, el día que habló antes de Kirchner, quedara librado al azar. Los cobistas moderados, proconcertadores, tienen otra visión y la reafirman con estos cambios: “Necesitamos reconstruir la unidad y el radicalismo, los nombres a los que tuvo que echar mano Julio dan la pauta clara de que solos no podemos ni debemos gobernar. Podremos tener la caja y el poder, pero ellos tienen nombres que necesitamos para llegar a buen puerto”.

 ¿ Y AHORA?

      Como nunca antes, el cobismo vive una disidencia interna, no es grave, pero marca dos estilos dos formas de encarar la construcción de poder. Una, demasiado cercana al estilo kirchnerista que, se sabe, fascina a Cornejo, quien ya hasta copia los modelos de relación con la prensa condenados internacionalmente. La otra, la que parecen encarnar Biffi y algunos otros, más cercana a la tradición de construcción política y de consensos de esta provincia. La lucha no es a muerte, pero está claro que quien gane puede dar un panorama de cómo será la relación entre el poder y la sociedad en los próximos años.