pesar de los achaques, las cuentas pendientes con la Justicia y su bajo nivel de popularidad, Carlos Menem no parece dispuesto a flaquear en su empeño y promete dar batalla para volver a la presidencia de Argentina después de las elecciones del 2007. El peronista Menem, de 76 años, confirmó el miércoles a la noche que será candidato en los comicios de octubre y vaticinó que gobernará nuevamente su país, frase que viene repitiendo desde que dejó el poder, en 1999, al cabo de una década de gestión. “Lanzaron una campaña de difamación y pensaban que me iban a tumbar, pero acá estoy, más activo que nunca. Me hicieron de todo, pero yo soy un ángel y los demonios son ellos”, dijo, en alusión a la gestión que preside Néstor Kirchner.

          Poco más de medio millar de partidarios y ninguno de los ex funcionarios y dirigentes que solían acompañarlo en sus épocas de gloria asistieron al mitin en el que Menem rechazó las especulaciones sobre su postulación. En setiembre el ex presidente y actual senador por la norteña provincia de La Rioja sufrió un desvanecimiento por una hipoglucemia, mientras encabezaba un acto en el que se proponía lanzar su candidatura presidencial. Pero el instinto de este “animal político” pudo más que la diabetes crónica que padece y Menem anunció que en los próximos días comenzará a recorrer “todo Argentina, pueblo por pueblo”, tal como hizo cada vez que emprendió una campaña electoral.

        Su impronta ya no será la de aquel caudillo de largas patillas y típico poncho de gaucho que irrumpió en la escena política argentina en la década del 70, cuando inició el primero de sus tres mandatos como gobernador de La Rioja, su tierra natal. Carlos Menem, quien en el 2002 se casó con Cecilia Bolocco y al año siguiente tuvo un hijo con la ex Miss Universo chilena, hoy luce una cabellera mucho menos tupida y que en las últimas semanas pasó progresivamente del negro azabache al ceniza.

        Los cambios de apariencia habían sido una constante durante sus dos mandatos presidenciales (1989-1995 y 1995-1999), signados por la paridad entre el peso argentino y el dólar, la privatización de todas las empresas de servicios públicos y el apego a las recetas neoliberales. Para sus detractores, con esas y otras medidas, Menem se alejó del Partido Justicialista (peronista), el mismo al que pertenece Kirchner, cuya base de sustentación siempre han sido los sindicatos y las clases populares. “Falta muy poco para nuestro triunfo, falta poco para la extremaunción de este gobierno”, vaticinó el miércoles a la noche el ex mandatario, quien definió a sus partidarios como “la verdadera militancia justicialista”.

          Menem derrotó a Kirchner en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2003, pero se retiró de la segunda ronda con la excusa de que “no estaba garantizada la legitimidad democrática” y cuando todas las encuestas le auguraban una derrota aplastante. Si bien aún no ha definido si buscará la reelección el año próximo, Kirchner encabeza los sondeos de intención de voto y es, por lejos, el dirigente político mejor considerado por la población.

         Carlos Menem se ubica en el otro extremo: tiene una imagen negativa de 86,5 por ciento y apenas dos por ciento de los habitantes del país dijo que piensa votarlo en el 2007, según una encuesta efectuada en setiembre. El ex gobernante está a punto de ser enjuiciado por ocultar cuentas bancarias al fisco y mentir en la declaración patrimonial que presentó cuando dejó el gobierno, pero tiene abiertas otras causas por corrupción. Para Menem, que en el 2001 pasó seis meses bajo arresto domiciliario por el caso del contrabando de armas a Ecuador y Croacia durante su gestión, los delitos que se le atribuyen forman parte de una persecución urdida por Kirchner, a quien acusó de “robar todos los días con las obras públicas”.

      “Carlos va a morir haciendo política”, evaluaba, hace tres meses, su hermano, Eduardo Menem, mientras los avatares de la salud tenían a mal traer al dirigente peronista que acaba de ratificar su candidatura presidencial