El martes 17 de octubre fuimos testigos de un acto de barbarie relacionado con el traslado de los restos de quien fuera tres veces presidente constitucional, Juan Domingo Perón, desde la Chacarita hasta la quinta San Vicente. Lo que en un principio parecía una fiesta popular e histórica concluyó en una batalla campal entre personas que responden a distintos sindicatos. Con lo cual, todo terminó en un caos: peleas, gritos, insultos, corridas, heridos, balazos.

    Sin ir más lejos, las imágenes de este “caos social” en el momento en que uno de los asistentes al acto sacó un arma y comenzó a disparar dieron la vuelta a todo el mundo y fueron vistas por millones de personas en el planeta. A la luz de los acontecimientos, podemos analizar qué influencia tienen este tipo de peleas sindicales o de poder o como se les quiera llamar en la economía de un país, en este caso en particular, Argentina.

    Para empezar a desagregar un poco el tema, veamos cómo venimos en relación con la inversión que recibe el país, y después veamos cómo (estos acontecimientos) la afectan más negativamente. Si bien la economía argentina crece hoy a toda velocidad, hay que ir abriendo el paraguas para el 2008, que es, en principio, cuando empezaríamos a tener problemas reales en nuestra economía tan acelerada. Este modelo económico incentivador del consumo por el cual optó el Gobierno nacional para seguir creciendo a “tasas chinas” desde el 2002 termina cerrándole las puertas a las oportunidades que le brinda la expansión de la economía y el comercio mundial.

    Y ni hablar si a esto le sumamos actos de violencia como los vividos días atrás en la quinta San Vicente. Por todo esto, hay que seguir muy de cerca dos de los factores de esta increíble transformación de la economía del mundo, los que son: el espectacular crecimiento del comercio internacional y la dinámica que muestra la inversión extranjera directa. Esto se ha logrado, básicamente, gracias a disminuir las barreras arancelarias de bienes y servicios y mano de obra, entre otras, lo que ha llevado a un mundo más globalizado y aperturista con mayor competencia.

    Obviamente, esto implica, para los empresarios, optimizar recursos, minimizar costos,mejorar tecnologías para lograr ser más eficientes en un mundo cada vez más globalizado. Durante el año pasado, la inversión extranjera directa que recibió Argentina creció cerca de nueve por ciento. Si bien no es un porcentaje para despreciar, los flujos de capital fueron menores a los del promedio de países latinoamericanos e, incluso, sigue siendo bajo como porcentaje de la inversión. El ingreso de capitales hecho por los extranjeros hacia nuestro país en la “maldita” década de los noventa estaba alrededor de 15 por ciento.

    A partir del 2001, juntamente con la crisis, empezó la caída de dicho porcentaje. En el 2005, las inversiones extranjeras directas representaban aproximadamente 12 por ciento (no llegando a recuperar los valores de la década de los noventa). Esto es una realidad. La inversión extranjera hoy prefiere a países como Brasil, Colombia, México e, incluso, Chile, antes que a nuestro país. Solamente para saber en qué perdimos con respecto a estos países, hay que verlo por el lado de los índices que más descendieron en Argentina, como ser: eficiencia institucional, innovación, infraestructura, eficiencia en los mercados, cambiantes reglas de juego, rigidez de precios, por nombrar algunos.

    Por esto, entre otras cosas, creo que vamos a contramano del mundo, por el hecho de que se está permanentemente interviniendo mercados y tomando políticas discrecionales proconsumo y antimercados que, en algún momento (no antes del 2008), nos pasarán factura a todos los argentinos, comenzando por las clases sociales más rezagadas, que son las que, por lo general, sienten primero el cimbronazo de las crisis económicas.

    Aunque esta estabilidad macroeconómica que hoy tiene Argentina, con superávits gemelos creciendo a ritmo decreciente, es exitosa, hay que complementarla con otras medidas (como inversiones) para que sean sostenibles en el tiempo. Ahora bien, volviendo un poco al inicio de esta nota, si a todos los problemas que tiene nuestro país para alentar la inversión extranjera directa les agregamos sucesos como los descriptos anteriormente sobre el traslado de los restos de Perón, no cabe duda de que no le hace ningún bien, no sólo a la sociedad, sino también a la economía como un todo.

    A esta altura, siguiendo la descripción de los hechos, le hago una pregunta: Si usted fuera un inversor extranjero y viera estos acontecimientos por televisión, ¿invertiría en un país como el nuestro? Yo tampoco.