Existe más que preocupación en los despachos de la Casa Rosada porque el precio de la carne ha aumentado para el consumidor final (aproximadamente 8,5% a público en los mostradores de las carnicerías de barrio). Lo preocupante es que esto se da en un marco de “acuerdos” de precios rubricado entre el Gobierno nacional, los frigoríficos y los ganaderos para una serie de cortes; obviamente, los aumentos de precios se dan en cortes que no están entre los acordados, los que no tienen techo. De hecho, en algunas provincias este aumento fue superior a 8,5%, lo que le permite al carnicero poder compensar las subas con las cuales él compra sus reses en la hacienda sin, de esta manera, violar el acuerdo con el Estado.

       A esta altura de los acontecimientos, uno no debe ser un sabio para darse cuenta de que algo va a pasar, es decir, estamos en presencia de un mercado que está como si fuera una olla de presión a punto de explotar. Esto comenzó cuando el Gobierno nacional decidió suspender las exportaciones de carne vacuna porque el precio interno estaba “demasiado” alto. Unos meses después, empezaron a flexibilizarse las exportaciones, conjuntamente con un aumento de retenciones, para asegurarse que el precio interno no aumente para el consumidor final.

       Vale la pena aclarar algo que a esta altura es sumamente importante para el análisis posterior, la oferta y la demanda de cada bien o servicio (en este caso, la carne vacuna) siempre está en equilibrio, pero, a veces, por algún motivo, el mercado tiende a fallar. En este caso en particular, es el Gobierno nacional el que distorsiona el mercado de carnes rojas al colocarles un impuesto a las exportaciones (las llamadas retenciones) y ni hablar de las suspensiones. Esto se da así porque a los precios internacionales actuales, al sector ganadero le conviene exportar y de esa manera seguir con su cadena productiva, seguramente expandiendo su cantidad producida.

       Cuando se les colocan impuestos o suspensiones a los exportadores, complican el panorama no sólo de los frigoríficos exportadores, sino también del personal que presta servicios en ellos, porque al disminuir la rentabilidad o ganancia de los dueños de los frigoríficos lo primero que estos hacen es despedir o suspender personal. Si bien esto puede ser temporal, no deja de ser un problema para las autoridades nacionales, porque es muy fácil colocar este tipo de medidas, pero el tema pasa por cuándo dejar sin efecto la medida.

        Repitiendo algo que escribí en esta misma columna meses atrás, nuestro país es netamente (e históricamente) exportador de carne vacuna, con lo que se ve más que claro que el problema no es de oferta, y acá está lo importante, sino de demanda. La demanda “sabe” que cuando un bien o servicio está lo suficientemente alto para un individuo no dispuesto a pagar su precio existe el mercado de los bienes sustitutos cercanos, que satisfacen la necesidad (casi) de la misma manera. Este es uno de los métodos que tiene la economía de autorregularse. Esta situación no es propia de este mercado, en Argentina 2006, casi todos los mercados que tienen precios que inciden fuertemente en la canasta básica de alimentos y canasta básica total y, por ende, en el índice de precios al consumidor van a ser “atacados” por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno.

      Hasta ahora, según la visión oficial, estos controles les están dando resultados y por lo tanto es muy difícil que, por lo menos, hasta el año 2008 se salga de ellos. La dinámica de los controles de precios muestra que la situación cada vez empeora más. Lo que pasa hoy es muy claro, ante el panorama desalentador para el sector, la oferta ha mermado, motivada por menor interés de los ganaderos de deshacerse de su hacienda por las “malditas” irregularidades del mercado.

       Por lo que se ha empezado a vender carne en la marginalidad (mercados negros), donde el productor recibiría un precio más cercano al de equilibrio en un mercado no distorsionado. Esta es una de las consecuencias de colocar medidas sin pensar en el mediano y largo plazo sino en el hoy, con lo cual, los problemas se empiezan a ver a los pocos días. En este caso, el Gobierno nacional estimuló demasiado el consumo interno, ahora tiene que estimular la oferta interna para equilibrar el mercado interno, porque mal cree que está en desequilibrio.

      Cuando en un mercado cualquiera la demanda crece demasiado y la oferta no puede reaccionar tan rápidamente, el ajuste viene inevitablemente por el lado de los precios Y para colmo de males, el Gobierno ha amenazado con aplicar la famosa ley de abastecimiento, con lo cual la reflexión sería: si usted (productor de carne) no vende a pérdida va preso.Así de simple.