Existe una idea, o presunción, mejor dicho, más o menos extendida y generalizada en todo el clima y ambiente político de Mendoza de cara al panorama electoral: que las cartas no sólo están echadas y repartidas, sino que ya se muestran sobre la mesa dadas vueltas. Esto está indicando que la sucesión de Rodolfo Suarez quedará dentro de lo que sea capaz de proponer y se dé en los límites de Cambia Mendoza. Hay algo más también: el rol para la principal oposición –el peronismo subyugado por el kirchnerismo–, al que pareciera se le ha asignado el papel de mero partenaire; un contrincante que apenas podrá aferrarse a lo que tiene y no mucho más, y a mantener viva la llama de una futura reconversión, eso si acierta dar en los botones de cambios correctos.

Es muy interesante el material de análisis, de estudio y de especulaciones, por supuesto, que ha dejado una reciente encuesta que realizó la consultora Poliarquía en la provincia, por sus características (se extendió por todo el territorio con una modalidad que se repartió entre las encuestas presenciales y telefónicas), y por su volumen y magnitud (han sido 1802 casos).

Ese sondeo, para el que los datos fueron relevados entre el 26 de octubre y 11 de noviembre pasado, ha descubierto algo novedoso: los mendocinos, que tienen los mismos problemas que el resto de los argentinos en cuanto a la situación económica que se sufre, a la inflación que se padece y a la inseguridad con la que se convive desde bastante tiempo atrás, no creen en gran medida que el culpable directo de ese estado de cosas sea el gobierno nacional, así entendido, como una variable más. Cuando Poliarquía pregunta “¿cuál es el principal problema de la provincia?”, el gobierno nacional aparece muy debajo de las principales preocupaciones, en el puesto número 8 de todo el listado, lo que significa que ha sido elegido por el 2 por ciento como el responsable de los males. Más debajo de ese ránking, para el 1 por ciento de los consultados, se inscribe al gobierno provincial como el culpable. Claramente, la encuesta deja al descubierto que para la sociedad existe un drama estructural, como una suerte de enfermedad de base que se viene arrastrando de, cuando menos, una docena de años, que le impide a Mendoza dar con las soluciones más convenientes.

Se trata, bien podría decirse, de un llamado de atención a toda la dirigencia, aunque la política –y hasta muchos mendocinos que ni siquiera se rocen con las discusiones y deliberaciones que a diario se dan en el plano de esa–, le apunte a la grieta como la máxima culpable. La grieta, por qué no, puede que sea el síntoma de la enfermedad. Lo cierto es que se está diciendo, quizás, que nadie acertó en el pasado reciente, o que si hubo hechos positivos, no han alcanzado para revertir el estado de pesadumbre generalizado.

Puede que todo esto sea, a su vez, un problema mayor para el oficialismo que para la oposición, claramente. Porque la misma encuesta devela que la inmensa mayoría de los votantes buscarán alternativas dentro del espacio oficialista.

Poliarquía ha agrupado en categorías las preocupaciones. Y de allí surge que el 51 por ciento son económicas; que el 16 por ciento son institucionales; el 10 por ciento problemas de seguridad y el 9 de índole social. Al tope, de todas y desagregadas, la inquietud más trascendente pasa por el desempleo, seguido de la inflación, la inseguridad, los bajos salarios, la dirigencia política, los problemas hídricos, la educación, el gobierno nacional (como está dicho más arriba, la pobreza y la economía en sí, como un factor único).

Los mendocinos parecen no querer saber nada, en gran medida, ni con Alberto Fernández, ni mucho menos con Cristina Fernández de Kirchner. Esto explica, también, el nivel de descomposición que vive el peronismo provincial. Hay, sin embargo, analistas dentro del oficialismo, que no se dejan llevar por estos resultados y por la foto actual que muestra al peronismo en estado casi de inanición o inerte. Por el contrario, en los grupos de dirigentes más cercanos a Alfredo Cornejo, por caso, sostienen que la base peronista de Mendoza sigue intacta, con vida y con el mismo potencial de siempre y que ha sido el kirchnerismo, con esa irrupción demoledora y perniciosa, lo que lo ha conducido a ese nivel de escasa competitividad que refleja hoy. En esa línea sugieren no dejarse encandilar por las luces del éxito del momento y mucho menos subestimar al “sentir” puramente peronista que todavía anida en los mendocinos. También todo eso puede que se trate de una estrategia para evitar la inactividad de la militancia, una paralización de los movimientos y acciones. Se verá.

Pero la provincia está en una situación complicada y negativa para 4 de cada 10 personas. En verdad la visión pesimista es de 7 sobre 10, si se suman los que tienen una mirada negativa (42 por ciento) con la regular (35 por ciento). Y para casi exactamente el mismo porcentaje de personas (70 por ciento), Mendoza está peor e igual de mal que un año atrás. Casi el mismo panorama se presenta cuando se le consulta por los últimos diez años y se le pide, al encuestado, su opinión: el 51 por ciento dice que se está peor; el 25 por ciento mejor que ahora, el 11 por ciento opina que se está igual de mal y el 10 por ciento igual de bien.

Este sábado, los radicales han tenido su congreso ordinario provincial con una trascendencia particular porque ha sido el que ha comenzado a delimitar las fronteras en las que se moverá el radicalismo para el largo proceso electoral del 2023. Desde lo político ha dejado varios mensajes, donde uno de los más importantes es que se evitará la confrontación interna entre los anotados. Esto quiere decir que una mesa política presidida por Suarez, Cornejo, los intendentes, los legisladores nacionales y no muchos más definirán al que mejor esté. El desgaste de una lucha abierta interna puede que los debilite frente a lo que pueda construir De Marchi desde el PRO. Lo otro es lo que ya se ha insinuado y destacado desde estas líneas: eso del “modo Mendoza”, la marca que patentó Cornejo hacia fines del 2015 y que ha resignificado Suarez con otros aditamentos, configurará, ya se sabe, la columna vertebral en la que los radicales colgarán sus mensajes convertidos en propuestas para el elector. De lo que se comience a ver allí, se sabrá también si este equipo ha tomado nota de las nuevas exigencias y del nuevo orden que se demanda cada día que pasa con más claridad y contundencia.