Da la impresión de estar hablando de una comedia de la televisión o de un grupo de artistas que, con su talento, nos seducen con su arte. Pero no, la realidad es que este título pertenece nada más y nada menos que a una etapa de nuestras vidas que quedó marcada en el recuerdo y en la memoria de muchos. Si bien no estuvimos allí, sentimos que el dolor también nos dejó, de alguna manera, heridas muy graves. Cuando nos herimos acudimos a un médico, quien nos revisa y ve la posibilidad de curarnos.

    Pero para estas heridas que no se ven, yo pienso que la mejor cura es no perder la memoria, siempre recordar, paso a paso, lo que sucedió. De este modo, tal vez no logremos cambiar los hechos, pero sí podemos lograr que nunca más vuelvan a suceder los hechos aberrantes que sufrieron esos estudiantes. Creo que nadie merece una degradación semejante. Me parece que hoy, 30 años después, cada día que se comete un abuso con un jubilado, un asalto seguido de muerte o un reclamo salarial, estamos reviviendo en menor intensidad y, en algunos casos, sin la violencia física pero sí con la violencia moral: La noche de los lápices, eso que tanto nos duele y queremos olvidar, sin quererlo, lo estamos viviendo con el día a día, aunque no nos demos cuenta.

    Estamos tan apurados por llegar a ningún lado que perdemos las cosas importantes que nos pasan al lado, como saber que hay chicos con hambre y que podemos compartir lo que tenemos. Qué bueno y qué lindo se siente ser adolescente, ser libre y poder estudiar y reirnos sin que nadie nos clausure. Les digo a todos los chicos y chicas que están en esta bella etapa de la adolescencia: cuidemos la libertad hagamos de esto un modo de vida, no un motivo para hacer cualquier cosa.

    Gracias al señor gobernador por dejarnos ser libres y poder pensar, aunque a veces no lo hagamos. Creo que lo más lindo que nos puede pasar a nosotros, adolescentes, niños, jóvenes, adultos y ancianos, es poder vivir en democracia. Estoy segura que es lo más preciado e importante que tenemos. No dejemos que se pierda, por favor. No sé a quién tengan que ir dirigidas estas palabras que voy a decir ahora, pero es lo que siento.

   Por favor, no permitan que vuelva a suceder algo así nunca más, que las palabras “la noche de los lápices” queden allí, en un grupo de valientes estudiantes que sufrieron las consecuencias de gobernantes asesinos cobardes a quienes seguramente no les dolieron sus propios hijos. Yo no le deseo mal a nadie, pero ojalá que Dios, que todo lo ve, tenga un castigo reservado a esas personas que no merecen ni que las nombre.