“Recordemos nuestro propósito: buscar el bien común; mejorar la calidad de vida de todos; alcanzar el bienestar de nuestra sociedad; vivir dignamente en una sociedad respetuosa, progresar continuamente; construir una ciudad pujante que sea ejemplo. Fin. Propuesta elaborada por grupos técnicos gestión 2003-2007. Coordinador general: Ing. Julio César Cleto Cobos”. Eran tiempos en los que comenzaba la gestión, hace un poco más de tres años. El flamante gobernador Julio Cobos contaba con el impulso que da lo nuevo y el entusiasmo ante tamaño desafío de conducir la provincia por cuatro años. Y avalaba con su firma el propósito que perseguiría su gobierno.
Hoy, tres años después, comenzando un nuevo año de gestión –que además de ser el último, tiene la particularidad de erigirse como el examen final sobre la administración–, el gobernador podría encarar la empresa tranquilo, sin sobresaltos, puntualizando los aspectos positivos de su gobierno, que no han sido pocos. Sin embargo, todo parece indicar que no será un fin de semana del todo tranquilo.
Tiene que explicar, incómodo, algunas decisiones que comulgan más con el estilo pingüino –cargado de torpezas inexplicables–, impuesto por el presidente Néstor Kirchner, que con la naturaleza propia de hombre común que demostraba tener ante su pueblo, años atrás.
Las luchas intestinas por el control del partido en Mendoza y por el perfil, en definitiva, de un radicalismo convulsionado a nivel nacional, las presiones de su propio sector para definir el candidato a sucederlo en el 2007, las investigaciones judiciales sobre el caso de los barras de Godoy Cruz y el enriquecimiento ilícito del ex titular del Casino, Miguel Alonso; más la insatisfacción general en materia de políticas de seguridad, lejos de generar un alivio o una mejora de la situación heredada, le han reflejado y deparado un panorama sensiblemente distinto al que hubiese deseado.
Y que incluso se imaginaba. Quizás uno de los aspectos que el Gobierno no ha logrado –o que quizás no pudo o no supo– capitalizar para concretar las transformaciones que se impuso como meta a fines del 2003 haya sido el caudal de buena imagen y de apoyo en general que lo ha acompañado desde los inicios. La administración tiene varias cuentas pendientes y difícilmente el año que empieza pueda utilizarlo para pagarlas. Por varias razones. En principio, porque no se aprovechó el 2006 para avanzar en el proyecto de gobierno como tantas veces se dijo, mientras que se sucumbió a la tentación electoral y a las luchas por la sucesión, asuntos muy excitantes que debían ser abordados en el 2007. En buena medida, el Gobierno ocupó un tiempo precioso explicando que el 2006 era el año de la gestión, cuando debió actuar en lugar de explicar.
Lo propio ocurrió a nivel nacional. La lucha desenfrenada por el poder a lo que dé lugar desvió a la dirigencia de su objetivo primario. De todas formas, esa conducta, no exclusiva de la administración provincial, viene a confirmar aquello que la política y los cargos sirven para transformar y modificar todo aquello que se interpone para con el bienestar social, siempre y cuando se esté luchando por esos espacio de poder, por esos cargos necesarios. Cuando se accede a ellos, se debe lidiar con el poder.
Y viene bien recordar aquello de que el poder –a esta altura quién lo duda– perturba y todo lo que nos parecía ver antes, hoy ya no lo es. Pero los sondeos y estudios de opinión oficiales dan cuenta de que el gobernador y su equipo, como el presidente y su equipo, gozan todavía de un caudal de buena imagen extraordinario, con lo cual nada parece interponerse en sus objetivos políticos más inmediatos. Lo mismo, quizás, podría decirse de los aspectos de la gestión que continúan esperando por políticas o decisiones apropiadas.