A cinco años de una de las peores crisis que afectaron a Argentina, el actual presidente, Néstor Kirchner, repite cada día que el país recién está saliendo del infierno y, con suerte, alcanzará el purgatorio el año próximo, cuando las elecciones nacionales marquen el fin de su actual administración. Desde que el presidente provisional Eduardo Duhalde dijera en los primeros días de enero del 2002 que Argentina estaba fundida hasta mayo del 2003, cuando asumió Kirchner, el país está intentando ponerse de pie y retomar el rumbo.
En encendidos discursos que llegan a producirse hasta tres veces por día, en diferentes ocasiones, el mandatario destaca como un logro de su administración haber bajado la pobreza de 57 a 31 por ciento, la indigencia de 27 a 11,6 por ciento, la desocupación de 25 a 10,2 por ciento y se ha hecho un riguroso control de la inflación este año para que llegue a un dígito. Se saldó la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), se renegoció la deuda privada y, en un año, el país recuperó sus reservas internacionales.
La economía ha crecido a un ritmo de 8 por ciento anual en promedio, las inversiones también y son buenas las perspectivas para el año próximo. En conjunto, el país ha crecido más de 40 por ciento en estos tres años, crece la recaudación y aumentan los ingresos. “Estoy seguro de que seguiremos teniendo buenas noticias al igual que en la pobreza y en la indigencia. Paramos los atropellos de los organismos internacionales y le dijimos al Fondo Monetario Internacional que no necesitábamos más esos paternalismos que hundían el trabajo y la producción argentina”, repite Kirchner en sus discursos. En el debe todavía está el complicado tema de la redistribución de la riqueza, que reclaman los sectores sociales y los trabajadores organizados, especialmente los que aún siguen sumidos en situaciones de pobreza y marginación.
Kirchner asegura que también sueña con una sociedad que crezca y distribuya, donde todos los argentinos estén mejor y, por eso, pide en forma permanente que lo ayuden “fuertemente”. Pero al acercarse un nuevo aniversario del desbarrancamiento del país, las perturbadoras imágenes del 20 de diciembre del 2001 recuerdan por estos días a los argentinos aquellos acontecimientos que marcaron un punto de inflexión en la historia contemporánea del país sudamericano.
La emblemática Plaza de Mayo y el centro de Buenos Aires fueron escenario de violentas protestas populares. Miles de personas se habían lanzado a las calles, también en otros puntos del país, y hacían tambalear el gobierno del entonces presidente Fernando De la Rúa, quien había asumido en 1999 al frente de una alianza progresista y en medio de grandes expectativas. A pocos metros del Obelisco a los Constituyentes, una calle en diagonal que lleva hasta la Plaza de Mayo y varias cuadras aledañas se habían convertido en un campo de batalla. La violencia incluyó saqueos a comercios, robos, agresiones y dejó un saldo de cinco muertos, el 20 de diciembre, y un total de 30 muertos hasta que el país recobró la normalidad, en los primeros días de enero del 2002. A las 21.40 del 20 de diciembre, en medio del caos generalizado,De la Rúa renunció y puso fin a sus 740 días de gobierno. Asumió el cargo en forma provisional el entonces presidente del Senado, Ramón Puerta, del partido justicialista (PJ).
En un período de diez días pasaron por el cargo, además de Puerta, los dirigentes peronistas Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde, este último desde el 2 de enero del 2002 hasta mayo del 2003, cuando asumió Kirchner, después de las elecciones de abril anterior. “Quiero que se dé vuelta la taba y volvamos a soñar con nuestro hijo empresario, con nuestro hijo profesional, con nuestro hijo que está mejor que el padre, mejor que el abuelo y que puede soñar en una sociedad que lo contiene”, señala Kirchner en sus discursos.
Pero muchos de sus compatriotas siguen reclamándole deudas pendientes. Entre ellas, además de la redistribución de la riqueza, la necesidad de que se aclaren los hechos de diciembre del 2001.Murieron 30 personas, pero solamente hay tres oficiales de la policía encausados por un crimen. Los tres están libres, a la espera del juicio oral.