Muriel Santa Ana cierra los ojos, analiza el recorrido, respira, y concluye: “Estoy en un momento hermoso de mi vida, en lo personal y en lo profesional”.

A sus 49 años (reconoce que tiene dos más que las bio de internet), reemplazó con altura, oficio y talento a Florencia Peña en la comedia Los vecinos de arriba, éxito de calle Corrientes, y comenzó las grabaciones de Sandro de América, donde le da vida a un personaje trascendental en la vida del “Gitano”: Olga Garaventa. En el horizonte cercano, se refugiará en el prestigioso Teatro San Martin con Las amargas lágrimas de Petra von Kant, dirigida por Leonor Manso, y regresará con Bichas. En lo personal, le importa poco del qué dirán después de los 40, “estamos arruinados por la opinión ajena y yo ya no me como
ninguna”.
—Venís del teatro independiente, y Flor viene del ámbito comercial, ¿cómo definís cada registro?
—El trabajo de Florencia me resultó super inspirador. Tal vez tenemos un recorrido distinto, una escuela y búsquedas distintas. Pero también tenemos muchas cosas en común: habilidad y facilidad para el humor, debilidad por la comedia, vitalidad energética al actuar, y tanto ella como yo, le damos esa fuerza a la obra.
—Ana, tu personaje, saca a flote lo que se guardó durante mucho tiempo: ¿cómo sentís que lo vive el público femenino?
—Hay un gran impacto en la platea femenina. Al final me detengo a mirar y veo mucha gente llorando, recomponiéndose. Me esperan a la salida, y cuentan que tuvieron situaciones parecidas. En un consultorio me crucé a una mujer que me dijo: “es el calco de mi pareja”. Cuando la mujer aguanta situaciones de pareja, el día que hablan no vuelven más. Se abre una válvula que no se puede cerrar.
—¿Cuál es tu análisis de la etapa de la mujer hoy?
—Me siento feliz de formar parte del movimiento feminista en el mundo. Hay una explosión respecto de los derechos de la mujer y de una mirada del sistema patriarcal que es una decadencia absoluta, al igual que el capitalismo, son los cadáveres del sistema. Es una enorme oportunidad para ir cambiando el chip, no se nace feminista, te vas formando.
—¿Y el humor que rol juega? ¿El humor argentino todavía no se despegó del machismo?
—No. El humor no es machista, en realidad, yo creo que los comediantes de acá son machistas, de adjetivar a la mujer. Hace un tiempo que la mujer se dedica cada vez más al humor, es un cambio que se ve, pero a los espectáculos lo siguen encabezando hombres.

Muriel Santa Ana formó parte del póker protagónico de Quiero vivir a tu lado, comedia de Pol-Ka que no rindió, y a los cuatro meses del debut decidieron sacarla del aire. “Es la ley del mercado, el sistema televisivo funciona así”, responde la actriz quien baja el tono y la mirada al hablar de la repentina salida de Fanny la fan. “Fue durísimo. Es un golpe. Me da un dolor tremendo, me pongo en el lugar de los actores amigos y nadie se la puede llevar de arriba. Supongo que en Pol-Ka y Canal 13 lo pudieron bancar un poco más”. Sobre el pedido del sindicato de actores para que el Estado interceda e impulse más ficciones, Santa Ana no duda: “yo creo que deberían seguir apoyando, así provenga de un ministerio, del Incaa. Tienen que dar apoyo absoluto y eso está
faltando”.

No sonaban ni Rosa rosa, ni Quiero llenarme de ti. En la casa de los padres de Muriel Santa Ana escuchaban música de otro palo. “No entraba en los gustos –cuenta-. Si, nos divertía. Se escuchaba mucho tango, folclore, música clásica, francesa e italiana”. Santa Ana regresó al set de Sandro de América interpretando a Olga Garaventa. “El martes de la semana pasada grabé una escena con
Antonio (Grimau) en el camarín del Gran Rex donde ella lo va a saludar”.

—¿Te reuniste con Garaventa?
—Sí, en mayo. Me invitó a comer a la casa de Banfield, me hizo un recorrido por toda la casa, está todo intacto, es un museo, y tiene una energía especial. Olga compró comida en la rotisería del barrio que le gustaba a Roberto, pollo con papas fritas y ensaladas.

—¿Te habló de su relación con Sandro?
—Intenté, no es alguien que le guste hablar de sus sentimientos, no me quiso contestar y no quise insistir. De eso hablé con (Adrián) Caetano (director). Tampoco estaba pensado ni querían que me parezca físicamente a Olga, no me peinan parecido, no hay prótesis, solo la vestimenta.

—¿Cómo te la imaginaste?
—Pensaba que era más severa. Y es una dulce. Una mujer que asumió un compromiso y del deber ser. A Roberto nadie sabía ponerle límites y ella fue su límite, porque si no se iba, y eso fue lo que
lo enamoró.

La limitación del idioma.
A esta altura del año, Muriel Santa Ana desconoce su futuro con Los vecinos de arriba. Podría continuar durante el verano si es que se atrasa el estreno de Las amargas lágrimas de Petra von Kant en el San Martín. “Si se demora por las obras, seguiré un tiempo más, sino puede que vuelva Florencia después de tener a su hijo”, responde. Sigue cursando la carrera de filosofía, el curso de fotografía, y tres veces por semana toma clases de canto. “Poder tener esos espacios me vuelve muy elástica para lo laboral”.

—Cuando viajas, ¿vas a ver teatro?
—Sí, pero hay una limitación que es el idioma. Me cuesta el inglés, no lo disfruto, solo hablo italiano. He perdido tiempo y plata. Hace un mes estuve en Nueva York con mi hermana, me vi Sunset Boulevard, Miss Saigón, El Rey León, musicales que se re disfrutan, pero me vi una obra que me recomendaron en el off de Broadway y la pasé mal. Tenía entrada para otra del off y no fui. En
París vi un Hamlet dirigido por Peter Brook, un Hamlet negro, y yo no hablaba francés. Fui a ver a Concha Bonita de Alfredo Arias, y me hice amigo de Alejandra Radano.

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