Antes de la invasión, Varosha era el área moderna y turística de Famagusta, el barrio más próspero y cosmopolita. Supo ser la zona predilecta del jet set, en una ciudad que de por sí era económicamente importante gracias al turismo y a su actividad portuaria.

Ahora es una ciudad fantasma en la que, sin embargo, aún se puede vislumbrar un esplendor pasado detenido en el tiempo: la playa de arena dorada desierta, casas y hoteles lujosos, todo abandonado. Verjas y redes impiden el paso de un lado a otro luego de que los militares turcos ocuparon parte de la ciudad.

Conversar con antiguos habitantes es ver cuán vívida persiste la memoria, como el deseo de volver a sus casas y resucitar la ciudad. “Recuerdos que duelen, sueños que se quedaron a la mitad… pero nuestra voluntad de volver es innegociable”, acentúa Nikos Karulas, otro desplazado grecochipriota que, como el resto de sus conciudadanos, no deja de demandar la devolución de la urbe a sus legítimos habitantes.

Los últimos habitantes vivos que recuerdan el antiguo esplendor de Famagusta no aceptan su presente fantasma e insisten a coro en que la devolución debe hacerse lo más rápido posible.