Todos los gatos domésticos descienden del gato salvaje africano, al que los científicos llaman Felis silvestris lybica. Se trata de un felino cazador, solitario y territorial; no es la clase de animal que uno imagina como mascota. Pero hace miles de años, la humanidad logró domesticarlo no una, sino dos veces. Es lo que concluye un estudio internacional liderado desde Instituto Jacques Monod de París (Francia), en el que los investigadores han analizado el ADN de gatos actuales y de restos arqueológicos, incluyendo momias egipcias, para reconstruir la historia de la conquista felina del mundo.

Según los autores de la investigación, que publica la revista Nature Ecology & Evolution, los primeros en domar a estos ariscos animales fueron los agricultores del Creciente Fértil, la cuna de la civilización en Oriente Medio donde se originó la revolución del Neolítico hace 12.000 años.

Los científicos sostienen que los cultivos atrajeron plagas de roedores que, a su vez, atrajeron a los gatos salvajes. Los agricultores, al percatarse del beneficio de tener cerca a estos cazadores, establecieron una relación de mutuo beneficio con los felinos y empezaron a criarlos para mejorar su temperamento.

A la par que la agricultura se esparcía alrededor del Creciente Fértil, los gatos domados empezaron a extenderse por Europa del Este, en lo que hoy día son Turquía, Bulgaria y Rumanía. Alrededor del 7.500 antes de Cristo ya se habían convertido en animales cercanos a las personas: en una tumba de Chipre correspondiente a esa época se encontró un gato enterrado.

Unos miles de años más tarde, en el Antiguo Egipto, los gatos y los humanos volvieron a entablar amistad. Los egipcios veneraban a estos animales: los criaban en templos y cuando morían los momificaban. Los arqueólogos han encontrado además pinturas en tumbas faraónicas donde se muestran gatos junto a personas. En los últimos años de la antigua civilización egipcia, dominada ya por el Imperio Romano, los gatos se dispersaron por todo el Mediterráneo desde Egipto, a bordo de barcos de comercio.

Una vez en el Imperio Romano, los felinos se propagaron por buena parte de Europa. En la Edad Media, terminaron de extenderse por todo el viejo mundo a través de las rutas comerciales: en muchos trayectos marítimos era obligatorio llevar un gato entre la tripulación para mantener a raya a ratas y ratones. Los investigadores han detectado ADN del linaje procedente de Egipto en restos de gatos de los siglos VII y VIII en lugares tan distantes como el puerto vikingo de Ralwiek, en lo que hoy es Alemania, y en el puerto de Siraf, en el Irán actual.

Los gatos domésticos de hoy, sean de la raza que sean, tienen en su genoma trazas de la historia de cómo conquistaron mundo: desde su origen salvaje en África, pasando por su domesticación en Oriente Medio y Egipto, hasta vestigios de cruces con otras subespecies salvajes de África, Asia y Europa.

Fuente: La Vanguardia