El debate que se dio a partir del fallo de la Corte que permite otorgar beneficios a condenados por delitos de lesa humanidad debe ser tenido en cuenta por aquellos legisladores que buscan la simpatía de la opinión pública con proyectos de neto corte demagogo, basados en respuestas espasmódicas a las agendas que establecen los medios de comunicación. Una ley tiene un alcance que va más allá de una discusión entre panelistas. Pasará a formar parte de un todo que funciona como un sistema que, si no es contemplado de ese modo desde el principio, luego puede generar efectos indeseados. Lo que ocurrió con la ley del 2×1 es un ejemplo. Sin embargo, los errores se siguen repitiendo y se busca legislar según el sentido para el que va la corriente, y no con el sentido común. Es el riesgo de tomar decisiones en estado de emoción violenta. Y a la hora de redactar una ley, la letra tiene que ser fría, para que después nadie se la lleve puesta en caliente.