La Vendimia es de los mendocinos. Es de todos y todas. No es propiedad de nadie en particular. Parece una verdad de perogrullo, pero este fin de semana vale la pena reforzar esa idea ante las actitudes de algunos grupos que se piensan y creen los dueños de la fiesta.

Desde hace algunos años la celebración máxima de la provincia es víctima de extorsiones permanentes. De sindicalistas, políticos, empresarios, productores y hasta los propios actores que le dan vida al Acto Central, que la toman como rehén. Este sábado por la noche no fue la excepción: al final de “Sinfonía azul para el vino nuevo”, algunos artistas desplegaron y recorrieron el escenario con una bandera que rezaba “Mendoza libre de fracking”.

La idea de visibilizar una queja, sea justa o no, utilizando la vidriera que significa la Vendimia es mínimamente repudiable. Porque apropiarse de un bien general a favor de un interés sectorial termina transformando cualquier reclamo en injusto.

La Vendimia no es un acto escolar o universitario. Es la fiesta de Mendoza. De los que están a favor y los que están en contra del fracking. Hasta de aquellos que no saben de qué se trata ese método de extracción de petróleo que fue cuestionado por ese grupo de personas que cobra un cachet por demostrar sus cualidades artísticas.

Hay maneras y maneras de reclamar. Muchas de ellas están consagradas en la Constitución y son más que válidas y legítimas. Si alguien considera que sus derechos -individuales o grupales- son vulnerados y tiene argumentos, puede y debe exigir respeto dónde y ante quién corresponda.

Pero respeto fue justamente lo que no tuvieron quienes eligieron el centro del escenario del teatro griego Frank Romero Day para intentar difundir su reclamo en la fiesta de todos los mendocinos.