Resultó ser la manifestación plena, más acabada y más plausible que se pudiera dar desde el máximo nivel institucional de la Provincia a esa forma de conducir y administrar los intereses públicos de los mendocinos junto a un grupo de socios privados. Poderosos empresarios que encantaron por años a los representantes del poder político –oficialistas y opositores– con sus medios, sus flashes, sus eventos luminosos, sus encuentros gastronómicos plenos de glamour y, sobre todo, al garantizarle a ese poder político, de notable ambición, el contar cada dos por tres con artículos y columnas periodísticas con abundante terminología adulona y apoyo editorial por doquier.

    Hasta que un día debía romperse, por imperio de una realidad que antepone, por sobre todo, la escasez de recursos, muy poco para repartir y una ambición de poder extremo mucho más sorprendente que la que tuvo y tendrá siempre el político para trascender. Las acusaciones de extorsión contra Vila-Manzano que lanzó el secretario general de la Gobernación, Alejandro Cazabán, son un punto de inflexión notable en la política mendocina.

    Nadie, antes de Cazabán y Celso Jaque, habían apuntado con tanta contundencia –y es lo que hay que destacar bien claro– al grupo que desde hace años se presentó como socio de los distintos gobiernos provinciales, incluido el actual, con la vista puesta en el control de los recursos estratégicos, objetivo que, para lograrse, debió ir de la mano sí o sí de una fuerte influencia en las decisiones políticas.

    El pecado capital de las últimas administraciones provinciales fue dejarse arrastrar –encandiladas por los beneficios que les prometieron–, por lo que siempre consideraron como la alianza estratégica e ideal a una empresa de medios con ramificaciones e intereses en la gestión de los servicios y recursos públicos de máximo valor colectivo. No han sido muchas las voces que por años advirtieron de las consecuencias absolutamente lapidarias para las instituciones y la misma comunidad que generaría la sociedad entre poder político y poder económico-mediático que comenzó a evidenciarse con fuerza en el país a mediados de los 90, durante el menemato, y en esta provincia, hacia fines de aquella década.

    Este diario, desde sus orígenes, pintó con la mayor claridad posible y con la documentación a la que se accedía la Mendoza que se iba gestando y que comenzaba a vislumbrarse. Bien vale la pena repasar algunos de los títulos con los que se presentaron informes y artículos periodísticos de El Sol desde su aparición, a comienzos del 2000, en torno a lo que se consideraba, o bien concesiones del poder político sobre el económico, o la manifestación clara de la influencia que ese poder tenía sobre los distintos poderes ejecutivos.

    Ricos y morosos, del 19 de mayo del 2000; Chorro ganó por afano, del 23 de junio del 2000; Estado, el hijo de la pavota, del 28 de julio del 2000; Los ricos zafan y los pobres pagan, del 11 de agosto del 2000; El Manzano histórico, del 18 de agosto del 2000; El caldero del diablo, del 22 de setiembre del 2000; Los expedientes secretos, del 13 de octubre del 2000; Estamos lavando, del 9 de febrero del 2001; Ricos y morosos II, del 16 de febrero del 2001; El Gran Hermano, del 6 de julio del 2001; Jacques, el exportador, del 16 de noviembre del 2001; Cómo cayó Leiva, del 23 de noviembre del 2001; El Guardián, del 7 de marzo del 2003; Los dueños del piedemonte, del 21 de mayo de 2004 y Algo huele mal en Termas de Cacheuta, del 11 de junio del 2004, son sólo algunos de artículos periodísticos de este diario que se ocuparon de develar situaciones, contratos, acuerdos, pactos o simples negociaciones entre representantes del sector económico y el Gobierno en los que aparecieron o podían surgir irregularidades o actos absolutamente perjudiciales para los intereses públicos.

    Algunos de esos temas fueron analizados por la Justicia, no porque se iniciaran investigaciones de oficio, sino porque alguno de los que se vieron implicados en las notas, como el empresario Daniel Vila, demandó a los articulistas por calumnias e injurias, que luego fueron desestimadas, tanto en primera instancia como por la misma Suprema Corte de Justicia.

    Tampoco esas investigaciones correspondieron a lo que muchos interpretaron erróneamente (o para defenestrarlas) como el resultado de “una guerra de medios” o “guerra entre medios”. Lejos estuvo de eso, y el paso que el Gobierno tomó el miércoles explicitando lo que denunció como presiones avala esto. Lo que hoy aparece como sorprendente y conmocionante políticamente debería haber ocurrido mucho tiempo atrás.

    Debería ser el derrumbe definitivo de un estilo genuflexo de entender a la política en Mendoza, que no ha tenido empacho en transar en nombre de todos para que ganen unos pocos. Es un método que ha hecho eclosión y que necesita de un replanteo general, de un cambio de escenario, de una nueva mirada que troque la política de la cesión y la entrega fácil por la de la responsabilidad y seriedad.

    A horas de la embestida oficial, bien vale preguntarse cómo seguirá la novela. Está claro que la debilidad de un gobierno como el de Jaque ayudó a que este tipo de acontecimientos de aprietes, amenazas, presiones que aparentemente suceden a diario tras las paredes de la Casa de Gobierno salieran a la luz. No tenía otro camino la administración de Jaque. Si le hubiese ido algo mejor en estos primeros dos años de gestión de lo mal que le ha ido, quizás nunca hubiese permitido semejante acusación y denuncia.

    El centro de la escena fue ocupado por el Ejecutivo de la misma manera en que lo ha pretendido hacer la administración nacional de Cristina Kirchner al golpear contra el campo y otros grupos económicos a los que considera como el germen de todos los males que la acechan.

    De creer esto, Jaque se equivocará, y mal. Porque puede que el Gobierno se reconcilie con parte de la sociedad por denunciar que quieren quedarse con Mendoza pasando por sobre los intereses institucionales. Pero si no cambia, si no va por un replanteo a fondo de todas su políticas, en especial de aquellas que siguen profundizando las inequidades, no lo salvará nadie, ni siquiera el capital que hoy pueda ganar sacándole el velo a un demonio.