La normalidad ha vuelto a instalarse este domingo en la calles de la localidad de Windsor, al oeste de Londres, donde ayer más de 100.000 personas se dieron cita para seguir la bodadel príncipe Enrique y la estadounidense Meghan Markle.

Pocos signos quedan ya de las celebraciones que ayer acogió esta pequeño pueblo de 30.000 habitantes, aunque las múltiples banderas británicas colgadas en las farolas para la ocasión continúan ondeando esta mañana.

La policía de Thomas Valley, responsable en el condado de Berkshire, donde se ubica Windsor, pidió un día antes de la boda que los asistentes que no arrojaran arroz para no entorpecer las labores de limpieza posteriores, orden que parece que fue acatada y que los profesionales han podido acondicionar la zona rápidamente tras los festejos.

Tras darse el “sí, quiero” en la capilla de San Jorge, los recién nombrados duques de Sussex por la reina Isabel II hicieron un recorrido en una carroza descubierta por las calles de la localidad para el deleite de los allí presentes, muchos de ellos acampados desde hace días para no perderse el momento.

El príncipe Enrique y la exactriz Meghan Markle se casaron ayer ante 2.640 invitados de los cuales 1.200 eran “ciudadanos de a pie” procedentes de “todos los rincones del Reino Unido y que pudieron seguir la ceremonia religiosa desde pantallas gigantes situadas en los jardines del castillo de Windsor.

Los recién casados ofrecieron tras la boda una recepción para 600 invitados en el salón de San Jorge del castillo y, posteriormente, una más íntima para 200 “elegidos” en la Frogmore House.