BUENOS AIRES (DYN). ¿Puede haber algo tan arriesgado como hacer predicciones a más de veinte años? Seguramente es difícil acertar. Pero, ¿puede haber algo más divertido? El futuro siempre captura nuestra imaginación. El Banco Mundial ha publicado recientemente su reporte Prospecto económico global 2007: gestionando la próxima ola de la globalización.

   El informe presenta algunas predicciones hacia el 2030 que no sorprenden, porque muestran una continuidad con respecto a lo que ya conocemos de la globalización. Por ejemplo, se prevé mayor crecimiento que en el período1980-2005 y se estima que el número de personas viviendo con menos de un dólar por día podría reducirse a la mitad, de 1.100 millones a 550 millones.

   No sorprende que los problemas potenciales sean una mayor presión sobre la ecología del planeta y una creciente desigualdad, la que podría traer inestabilidad política dentro de las naciones. También, resulta una continuidad el llamado de atención sobre que África es el continente con mayores problemas y que existen serios riesgos de que su situación empeore en lo económico, lo social y lo sanitario. Sin embargo, el reporte presenta un aspecto que es novedoso: la mayor parte del crecimiento mundial podría generarse en los países en desarrollo. Esta novedad puede tener consecuencias muy positivas en la reducción de la pobreza, en la estabilidad política y también en la solidez del crecimiento.

    En el corto plazo, se prevé que en estos países, el crecimiento de los próximos dos años podría ser de seis por ciento, un poco menor que el siete por ciento que se estima para el 2006. Esto es más del doble de 2,6 por ciento que se estima que crecerán los países desarrollados este año. El reporte anticipa una economía global de 72 billones de dólares para el 2030, casi cien por ciento de crecimiento frente al tamaño de 35 billones en el 2005.

    CAPITAL HUMANO. Desde el punto de vista de la política de empleo, se alerta contra la tentación de proteger la mano de obra no calificada, la que va enfrentando niveles crecientes de competitividad internacional, por medio de limitar las importaciones de los sectores que la emplean. Más bien, se propone facilitar la empleabilidad de los trabajadores desplazados en nuevos sectores, por medio de inversión en capital humano y flexibilidad del mercado de trabajo.

    Las ventajas de la globalización que se produjo en las últimas décadas son palpables. A la vez que el peso de las exportaciones en la economía mundial se duplicó hasta alcanzar 25 por ciento, el ingreso global se duplicó desde 1980 y 450 millones de personas dejaron de vivir en la extrema pobreza desde 1990. Actualmente, la expectativa de vida en los países en desarrollo es de 65 años, en promedio.

   El proceso de globalización se fortalecería con el comercio internacional, triplicándose hasta alcanzar 27 billones de dólares en el 2030, creciendo de un cuarto del producto global a más de un tercio. Estructuralmente, se puede prever cambios como resultado de estas tendencias. La importación desde los países en desarrollo se fortalecerá como impulsora del crecimiento, a la vez que la mitad del crecimiento del comercio provendrá de esos países. Hace dos décadas, la producción industrial proveía sólo 14 por ciento de las importaciones de manufactura de los países ricos, mientras que ahora provee 40 por ciento. Este número bien puede llegar a 65 por ciento para el 2030.

    La predicción más alentadora del reporte consiste en que, para ese año, 1.200 millones de personas pertenecerán a una clase media global que tendrá un ingreso con un poder de compra equivalente a un rango de entre 4.000 y 17.000 dólares (el triple de los actuales 400 millones de personas). La cooperación internacional se presenta entonces, una vez más, como el más desafiante tema de política.

    Las mayores amenazas –proteccionismo económico, guerras, desastres ecológicos, pandemias– provienen de factores que exceden el ámbito de acción de un solo país. En consecuencia, dos frentes se abren para los gobiernos nacionales: fortalecer las instituciones internacionales e incorporar en el proceso de crecimiento a los pobres dentro de cada nación a través de políticas de inversión en capital humano y de inclusión social.