Los guardias del barrio privado nos hacen detener. Nos preguntan a dónde vamos y para qué. Hacen una consulta telefónica y nos toman la patente del vehículo. Levantan la barrera y nos indican cuál es la casa de Elvira Calle de Antequeda, la mujer símbolo de Los Andes.Cuando llegamos, nos está esperando en la puerta y, con deferencia,nos hace pasar. Locuaz al extremo, nos va mostrando espacios, cuadros y adornos y nos conduce hasta un jardín de invierno iluminado a pesar del día. Son las 5 de la tarde pero no lo parece. El cielo está muy nublado y da la impresión de que está por anochecer.

“Acá paso la mayor parte del tiempo: leyendo, escribiendo o simplemente contemplando el jardín…”, nos dice. “Incluso en la noche, cuando tengo alguna idea y no puedo dormir, me vengo acá a trabajar. No soy de dormir mucho y siempre he sido de trasnochar”.

No imaginábamos que fuera así.

Siempre fui así. Mi madre me espiaba cuando era chica a ver si me dormía.He andado por muchos lugares en los que ninguna mujer solía andar.

¿Por ejemplo?

A escondidas de mi madre, empecé a trabajar en una farmacia porque yo quería ser bioquímica. A los pocos días empezó a preocuparse porque yo no regresaba ni a almorzar. Entonces le pidió a un tío que me llevara un fin de semana a descansar a una finca. Allí vinieron unos chicos que estaban estrenando un auto y salimos a pasear. Al que manejaba le gustaba una de las chicas que venía atrás (que no era yo) y la miraba por el espejito.Así fue que chocamos contra un árbol y se incendiaron como tres hectáreas de viña. Tuve que estar un mes en cama. Esto fue hace como 70 años.

Trabajaba pero su familia no lo necesitaba.

Sí, porque yo quería. Hice la primaria haciendo años libres y a los 15 era bachiller. En ese entonces y cuando me mejoré mi padrastro, Ramón Morei, me preguntó si quería seguir trabajando. Le dije que sí y entonces me ofreció manejar una finca que teníamos. Eso me ayudó a conocer a la gente y a decidir mi vocación por la sociología. Previo a eso había hecho la carrera de procuradora en Buenos Aires, después Escribanía y me faltó una materia para ser abogada. Más tarde, ya acá en Mendoza, cursé Ciencias Políticas. No pude terminar el doctorado porque me tuve que hacer cargo del diario.

¿Y cómo cambió su vocación de la bioquímica al humanismo de la sociología y las Ciencias Políticas?

No me lo explico. Supongo que era porque me enseñaron que la gente humilde merecía mucho respeto. Yo no cambio empleadas en mi vida: la señora de la cocina tiene 44 años en casa.Además, mi padrastro era socialista y la gente humilde estaba muy cerca nuestro.

¿Cuándo empieza a participar en el diario?

 Fue hace muchos años. Yo me iba a La Sorbona a estudiar.Venía de México, donde había mostrado la doble situación del contratista de viña, que es socio y empleado a la vez, algo inédito en el continente.

¿Y con qué se queda,con lo social o con su tarea de administración y conducción del diario?

Me inclino por lo sociológico, pero con el diario tengo un compromiso de amor muy grande. Una de mis tías, la viuda de Schiappa Azevedo, que antes había sido viuda de Luis María Calle, me llamó por teléfono. Me dijo que otra tía,Rosita, me iba a hacer una propuesta a la que no podía decir que no. Ella me dijo que no querían que me fuera y, tras consultarlo con mis hermanos, me quedé y empecé como directora del diario.

La vocación social y este compromiso familiar tienen que haber sido decisivos para que se quedara.

Sí, básicamente el compromiso de familia. Yo me he criado adentro del diario. A los 8 años, hasta aprendí a fumar.Me acostaba a las 3, cuando mis tíos salían del diario. Me enseñaron a ser responsable de mis actos y amiga de la gente: nosotros llegábamos a las 2 y estaban todas las pilas de los diarios listas para repartir. Felipe Calle, mi tío, pedía permiso para sacar un diario. Era muy humilde.
 
Con esta carga emotiva de lo que el diario significa para usted, ¿cómo sobrellevó los avatares desde que decidieron vender el paquete mayoritario?

Yo no tomé la decisión. Pero ustedes no se imaginan. Lo sobrellevé muy mal, muy sola, porque no quise comprometer a mis sobrinos: la señora de Ávila, la señora de Flamarique y Abel Zapata. Es más, ellos se quedaron porque yo me quedé. Fueron seis meses en los que yo no les dije nada, pero veían que entraba y salía gente. Hasta en un momento hubo una oferta de O Globo, de Brasil, pero lo que yo no quería era que la empresa saliera de manos de los mendocinos, aunque yo me quedara con el porcentual que había tenido siempre, después del fallecimiento de mis tíos.

   Traté de buscar financiamiento en bancos de Buenos Aires y había gente que hasta dormía acá. Incluso yo pensaba que iban a creer que era una viuda alegre. Me ofrecieron cualquier clase de socio: yo tomé esta decisión porque entre ellos estaba Moneta. Esto yo no lo sabía. Sí los demás que se habían comprometido a vender su parte.

Cuando menciona a Moneta, ¿es él propiamente o un representante?

Mi sobrino, Luis María Casero. Yo no sabía que a escondidas hablaba con él.A mí me dicen Elvi o Elvirita y él decía: “No le digan a la Elvi nada de que yo conversé con ella y le estoy transmitiendo”. Pero como a mí me ilumina Dios, yo estaba buscando unos papeles por esos días del financiamiento (me comprometí con los bancos en cinco millones de pesos, porque yo no tenía dinero para solventar esa situación), y saqué un sobre.

   Era la foto del doctor Calle. Ahí tomé todas las decisiones, encontré los socios que quería, la calidad de la gente y logré lo que he logrado, estoy comodísima. Tengo 24%, pero es como si fuera la única dueña, porque tengo decisión en todo, no me dejan salir de presidenta y me distinguen muchísimo.

 En ese momento también se especuló, al menos como rumor, que otro de los interesados era el Grupo Uno. ¿Eso existió?

Yo creo que sí. Porque esa gente estaba con Moneta y con Manzano. Yo no sé por qué me iluminé, porque a mí no me decían nada.Todos mis sobrinos tenían miedo de ir y entonces hablaban con Luis María Casero, porque es muy dominante,muy inteligente y no es deshonesto, pero es muy ambicioso de poder.

¿Cómo confirmó usted que Moneta estaba atrás?

Un día aparece Manzano y pide hablar conmigo y, entre las cosas que mencionó, dijo que tenían un capital pero no asegurado.Hasta me trajeron el proyecto de asocio y me daban la permanencia como la tengo ahora.

Hay algo que no comprendo, a ver si lo puede explicar.Usted dice que no quería que Los Andes quedara en manos que no fueran mendocinas, pero teniendo ofertas de mendocinos, usted decide asociarse con Clarín, La Nación y también los españoles del Grupo Correo. ¿Cómo es?

Estoy hablando de mendocinos correctos.

Ah, bueno.

Yo socia de ellos no hubiera sido jamás. En ese caso, vendía yo. Por eso ahora estoy tan bien: no me dejan ir, la gente de España es excelente.

 ¿Y con Clarín y La Nación?

Igual. Con La Nación es todavía más amistosa la relación, los chicos Saguier son realmente un ejemplo. Tenemos una idiosincrasia más parecida y un pensamiento filosófico común.

¿Cómo es su vínculo con la UCR y la experiencia de haber sido candidata a legisladora nacional?

Soy radical desde toda la vida.

Usted decía que su padrastro era socialista.

 Sí, pero, a pesar de eso, nosotros éramos radicales.Antes de estar en el diario me ofrecieron ser candidata, pero no quise aceptar porque había una lista de gente que a mí no me gustaba. Yo sabía que una persona era deshonesta, por eso el día de la proclamación de la lista, y como seguía mi nombre, les dije: “Si ustedes no me sacan, yo hago público mi pensamiento y los voy a desprestigiar”. Finalmente aceptaron.

Después le volvieron a ofrecer.

Sí, pero no puedo.Me afilié y los apoyo, pero no puedo.

En su vida, y por lo que nos ha contado, ha vivido rompiendo esquemas y valores establecidos. ¿Ha tenido que pagar algún costo por eso
?

 No. Al principio sí. Cuando empecé en el estudio, la familia de mi madre estaba muy afligida. Nosotros siempre fuimos a colegios comunes, no como mis primas hermanas, las chicas Civit, las chicas Evans. Ellas iban a las monjitas, tenían sus horarios, sus trajecitos, lo que hacían y cómo se columpiaban. Yo no estaba acostumbrada a eso.

Usted decía que no es de cambiar empleados. ¿Cómo vive estos tiempos en que se deja tanta gente en el camino?

Sufro cuando hay este tipo de limitaciones, pero afortunadamente me llevo muy bien con todos y los valores más profundos se mantienen. Sufro pero entiendo, porque se vive una situación económica muy dura, hay dificultades de todo tipo y no hay más remedio. A mí, desde el punto de vista económico, no me conviene el diario. Afortunadamente, tengo mi empresa de construcción y me va muy bien. Edificio que hago, lo vendo todo. Ahora estoy proyectando uno de lofts.

Y cómo empezó en la construcción.

Hace muchísimos años. El gerente del Hipotecario –yo era escribana del banco– me pidió un favor por una persona que no podía pagar los valores para el análisis del crédito y me pidió si yo le podía prestar ese dinero. Cuando se finalizó la operación y se firmó la escritura, este hombre estaba emocionadísimo porque había comprado su casa gracias al préstamo que le hice.

   Unos días después, esa persona me viene a ver y me dice que me ofrece la posibilidad de dedicarme a la construcción con él y que viéramos la posibilidad de hacer algún barrio, algunas casas. Lo pensé y empecé a construir en Guaymallén. Había que ver lo que me costaba, lo que recibía en la escribanía pasaba de largo, olía los pesitos y los invertía.

 En todos estos años me imagino que habrá tenido malos ratos, decepciones, amarguras.

Muy raro, muy raro. El único mal rato que tuve fue en el diario,cuando tuve esa preocupación que no sabía qué iba a pasar. Pero siempre digo que tuve la ayuda de Dios. En el momento en que estábamos haciendo el trámite y que yo vi que se lo vendían a toda esta gente, vi que había una cláusula que decía que los accionistas podían ejercer la opción de compra.

Pregunté a la gente del Colegio Notarial, donde soy asesora permanente, si tenía tiempo, si todavía no había prescripto la opción y me dijeron: “Tienen un día todavía” y lo aproveché. Ellos quisieron falsificar la fecha y cuando la escribana que estaba por hacer la falsificación se enteró de que yo había ido a pedir la certificación de que tenía tiempo de opción y la iba a denunciar, no lo hizo y entonces pude llevar la oferta. Si no, lo perdía.

Después de toda esta historia, ¿volvió a hablar o a verse con su sobrino Casero?

No, nunca más, nunca más.

 ¿O sea que fue una decepción la actuación de Casero en ese proceso y que después terminara trabajando para el grupo Vila?

Hice todo sola y mis otros sobrinos me acompañaron porque me dijeron que donde yo esté ellos van a estar.Pero hice todo sola.

¿Cómo vivió usted la aparición del diario Uno, su actual competidor?

Yo siempre he tenido la tranquilidad de que en la vida hay que competir honestamente. No le tengo miedo. Tanto es así que a mí siempre me hacían bromas, porque en la época del diario Mendoza, que tuvo muchos problemas, yo le prestaba las bobinas de papel y no se las cobraba. Después, me las devolvían. Hemos tenido gente muy amiga. El Tiempo de Cuyo era gente muy honorable, La Libertad, con el doctor Cuervo y con toda esa gente no tuve nunca problemas.

Los códigos de estos tiempos no son los mismos. ¿Se enoja? ¿Qué le ha pasado cuando vio algunas cosas en el diario?

No me enojo, no vale la pena, absolutamente. Lo único es que, en un momento dado, tuve que tomar definiciones muy grandes, cuando me enteré que Luis María daba las órdenes y que pedía que no me informaran. Él decía: “Yo le explico, yo le explico, yo me reúno con ella”, y era mentira. Hacía las cosas a escondidas mías.

Y en el caso de Vila, yo no le guardo odio a nadie, que Dios los castigue si hace falta y les dará lo que merecen. Cuando cumplió 10 años la revista Nueva, fui a la cena donde estaban los directores de diarios de todo el país, nuestro gobernador y el señor Vila, que lo sentaron a mi lado y vino a darme un beso (se ríe). Y qué voy a sacar, si es peor estar enojada. Yo tengo mis convicciones y si alguien no las comparte, yo no cambio de posición.

En todos estos años, ¿se arrepiente de algo?

No, de nada, incluso de no haberme vuelto a casar.

¿Tuvo ofertas?

Sí. Por supuesto.

¿Y por qué no?

Porque es difícil encontrar en la vida dos veces un ser extraordinario como lo fue mi marido.

¿Ha sido una mujer brava?

Yo no diría brava, diría una mujer ubicada, con definiciones muy grandes y muy agradecida a la vida.

Cuando se sienta aquí, en su casa a escribir, ¿no se dice “por qué no dejo el diario y me dedico nada más que a esto mío”?

Eso sí me da mucha nostalgia, porque me doy cuenta de que, intelectualmente, he perdido muchísimo.Yo este diálogo no lo tengo todos los días. Estoy todo el día en que viene alguien, me pregunta si puede hacer esto, se queja de lo otro.

¿Le teme a la muerte?

No, ¡qué esperanza! Y tanto no le temo que he vivido muchos años y que he perdido a todos mis hermanos.

¿Y qué proyectos tiene?

Yo pienso en proyectos y los pongo en marcha. Si los alcanzo, bien, y si no, otro los seguirá.Yo tengo una fe profunda en Dios y un agradecimiento total a mi vida. Jamás voy a quejarme de algo.