Al parecer, el primer vehículo que se movía por sus propios medios lo inventó el francés Nicolás Joseph Cugnot en 1769. La hora no me la acuerdo bien. Se trataba de un triciclo que montaba sobre la rueda de una caldera. En 1770, construyó el segundo modelo, mayor que el primero, que podía transportar una carga de 4 toneladas y media a una velocidad de 4km por hora. Que no es para decir: qué bruto, lo rápido que va. Pasó como chijete. Pero, para su época, era significativo. Y aquí viene lo que quiero rescatar. Con esta segunda versión de su vehículo, Cugnot participó del que podría considerarse el primer accidente automovilístico de la historia. Le costó controlar el manejo del monumental vehículo y terminó chocando contra una pared que se derrumbó sin pedirle permiso al resto de la casa. Cugnot pensó que había inventado la topadora y no el automóvil. Pues bien, mucha agua ha pasado debajo del puente desde 1770, pero ambos asuntos tienen una vigencia increíble: los automóviles y los accidentes. Dicen que en aquellos tiempos iniciales, en Francia, cuando pasaba ese primer vehículo, la gente se metía adentro de sus casas, porque le daba miedo. Pues estamos llegando al mismo punto: que nos dé miedo subir a un auto. Porque la cantidad de accidentes y la magnitud de los mismos meten miedo, che. Los fines de semana nos traen noticias funestas y no paran, no paran. Mendoza es una de las provincias con mayor cantidad de accidentes de tránsito en nuestro país. Y uno no sabe qué hacer. Bueno, sabido es que se pueden tomar precauciones, no beber, no distraerse, no jugar adentro del auto, no desplazarse a velocidades insólitas. A ver, me pregunto, ¿por qué si la velocidad máxima en las rutas argentinas es de 110km por hora, hay velocímetros de autos que marcan los 240km por hora? ¿No es al menos una incongruencia, por no decir otra cosa? Sabelo, pibe que salís en las noches de fin de semana a divertirte, la mayoría de los afectados son pibes como vos. No te subas ni por broma a un auto con un conductor que no esté en condiciones. Por vos te lo pedimos, y por nosotros también, que temblamos las madrugadas de los sábados pensando ¿en dónde estarán los nuestros? No te jugués la vida. Mejor volver caminando que sobre un peligro. Decidí a favor de la vida. Cuidate, por favor.