La presidenta Michelle Bachelet irrumpió esta semana con todo el peso de su popularidad y poder en la elección presidencial chilena, en un intento por salvar la alicaída campaña del abanderado oficialista, el senador Eduardo Frei.

La arremetida, que surge luego de que varios sondeos confirmaran que Frei caería al tercer lugar de las preferencias, busca asegurar en un futuro gobierno la defensa de la obra de la propia Bachelet, que desea volver al poder en el 2014, cuando tenga 62 años.

Las medidas pretenden traspasar al ex presidente Frei (1994-2000) el alto apoyo de que goza la mandataria, el que bordea 80 por ciento, por su buen manejo de la crisis económica y su creación de un sistema de protección social para niños, mujeres y ancianos.

“Por cierto, me hubiera gustado que la (ministra de Mujer) Laura (Albornoz) me acompañara como ministra hasta el término de mi mandato, pero las circunstancias han determinado otra cosa”, dijo la gobernante, al justificar el ingreso de su asesora al equipo de Frei.

Bachelet, además, aseguró que los comicios de diciembre definirán, “sin dudas, el rumbo del país”, insistiendo en la tesis de que no es indiferente que vuelva al poder la derecha, sustento político de la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990).

Las medidas de salvataje fueron completadas con el ingreso de su madre, Angela Jeria, al comando de Frei, además de la autorización a sus ministros para sumarse a las actividades de campaña, como hizo el titular de Hacienda, Andrés Velasco, el más cercano a ella.

Desde la oposición de derecha, que insistentemente ha pedido a Bachelet y sus asesores marginarse de la campaña, las medidas fueron rechazadas por el propio abanderado presidencial de ese sector, el millonario Sebastián Piñera, favorito en las encuentas, con 35 por ciento de las intenciones de voto.

“Cuando (la ministra) Laura Albornoz prefiere trabajar por un candidato y se olvida de ocho millones de mujeres, pienso que está equivocada en sus prioridades”, dijo Piñera.

El bajo apoyo que concita Frei como candidato del oficialismo, entre 20 y 30 por ciento, evidenció por primera vez esta semana también el quiebre que hay al interior del sector gobernante sobre el futuro.

De hecho, el presidente del socialdemócrata Partido por la Democracia, Pepe Auth, admitió por primera vez la posibilidad de que el Gobierno termine apoyando al diputado y candidato presidencial independiente Marco Enríquez-Ominami en la segunda vuelta.

Su postura fue rechazada de plano por los líderes de la Democracia Cristiana, el partido mayoritario del oficialismo y la agrupación a la que pertenece de Frei.

Además, surgieron diversas voces pidiendo conformar un nuevo referente político tras las elecciones que sea liderado por la misma Bachelet, en señal de que un ciclo histórico de la política chilena está pronto a concluir.

Además, el apoyo explícito de Bachelet a los candidatos comunistas como parte de un inédito pacto electoral para diciembre es otra señal de que hay espacios para nuevas e impensadas alianzas, en la hasta ahora más estable política de América latina.