Podemos decir que tenemos en Argentina un clima colonial magnífico ya que nos hacen ver el aumento de la deuda pública como un desendeudamiento y los magros importes que cobran los jubilados como principios fundamentales de los derechos humanos, porque, así, se contribuye a amplias subvenciones (publicaciones, clientelismo…). Además, se cree que está muy bien que el Poder Ejecutivo no cumpla con los fallos judiciales que no son de su agrado (no pago de haberes jubilatorios, reposición en el cargo del ex procurador de Santa Cruz…). Y nos parece bien que el Congreso nacional no intervenga en el arreglo de la deuda pública. También nos creemos del Primer Mundo porque tenemos telefonía celular y muchos alumnos cuentan con su netbook. Hablamos del tren bala y tenemos locomotoras y vagones viejísimos y destartalados. También hablamos de nuestros vuelos espaciales y tenemos una aerolínea con un déficit diario millonario, pero, eso sí, con un directorio que cobra fortunas. Pero, lo más notable de nuestro colonialismo, es que estamos convencidos de que con medidas gubernamentales de revancha y, además, altaneras y de desprecio no se daña al país.