A partir de los cuarenta años, las mujeres comienzan a experimentar cambios. Los mismos son percibidos por la mayoría con bastante angustia y miedo. Este proceso, denominado menopausia, no es más que un camino hacia la plenitud, la confirmación de la madurez femenina y, por tanto, un lapso que, aunque complicado de afrontar, debe llevarlas a descubrir lo importante de cada etapa de la vida, que por otro lado, no transcurre en vano.

    Así, el también llamado climaterio no es más que otro desafío, quizás el último para comenzar a disfrutar del ser femenino y la naturaleza humana, que también en este momento aporta saberes maravillosos. Por todo lo anterior, y teniendo en cuenta las dudas que se agolpan en la mente de las mujeres de entre 40 y 60 años, es que abordaremos los aspectos generales de este proceso natural que dista mucho de ser una “enfermedad” o “patología”, como muchas veces se lo cita.

¿QUÉ ME PASA? Cerca de los 45 años comienzan a aparecer diferentes signos que indican un inminente cambio fisiológico, pero también psicológico. Lo que sucede es que la mujer ubicada en esta franja etaria está experimentando el climaterio o menopausia, una fase normal de la vida. Médicamente comienza a partir de la última menstruación en la vida de una mujer, lo cual se debe a que la menopausia es una parte natural del proceso de envejecimiento producido por una disminución de la producción de las hormonas estrógenos y progesterona, que se acompaña de la pérdida de la capacidad de reproducción.

    Asimismo, el déficit de esta hormona trae consigo cambios en el metabolismo, en la calcificación ósea y en la termorregulación, entre otros. Es importante rescatar que este cuadro dura cerca de diez años, tiempo en que tarda en desaparecer toda la sintomatología del climaterio y la mujer pierde su fertilidad.

¿CÓMO ME DOY CUENTA? Entre los 40 y 45 años, la presencia de los períodos menstruales perderá su regularidad, considerándose en el criterio médico la ausencia de período menstrual superior o igual a 6 meses como punto de inicio de la menopausia, sin estar embarazada y sin una enfermedad que cause su ausencia. Hay muchos síntomas de menopausia y cada mujer los vive o los sufre de diferente forma. Muchas de ellas tienen pocos o ningún síntoma, mientras que otras padecen malestares intensos y molestos.

    Si quisiéramos citar los más evidentes que se suscitan en la llamada perimenopausia (ver recuadro), podríamos mencionar: alteraciones del ritmo del ciclo menstrual (menstruaciones muy próximas o separadas) o cambios en la cantidad de menstruación (por exceso o por defecto).

    A estos se suman algunos que pueden variar en su presentación, de acuerdo a cada persona: aumento de peso, insomnio, sudor por las noches, sequedad vaginal, dolores articulares, fatiga, pequeñas pérdidas de memoria, molestias intestinales, sequedad en los ojos, picor en la piel, cambios de humor, facilidad para sufrir infecciones urinarias, disminución del apetito sexual y ligeros descensos en la HDL colesterol y aumento en la LDL colesterol, que se traduce en mayor probabilidad de arteriosclerosis y, por lo tanto, en mayor riesgo de padecer problemas cardiocirculatorios o descalcificación ósea. En la mayoría de los casos, estos signos se atenúan con el paso del tiempo, aunque a veces persisten durante años.

EL SÍNTOMA UNIVERSAL. Merece un apartado la mención de una manifestación que es característica de esta etapa de la vida. Se trata de los cambios bruscos de temperatura en donde se pasa de tener mucho calor a frío, acompañado de sudoraciones. Éste, llamado médicamente acaloramiento con enrojecimiento facial súbito, puede controlarse con estrógenos, pero rara vez es tan intenso como para precisar tratamiento.

    ¿Por qué aparecen los sofocos? Su mecanismo de producción no se conoce con precisión. Su aparición parece estar relacionada con las bruscas variaciones hormonales típicas de esta época. Cabe destacar que estas sofocaciones afectan a 80% de las mujeres menopáusicas, y a un 25-50% de ellas les duran 5 años o más. Los sofocos afectan fundamentalmente a la mujer perimenopáusica, es decir, puede sufrirlos una mujer que todavía tiene la menstruación. Y, por supuesto, puede tener sofocos una mujer que está ya en la postmenopausia, tanto natural como quirúrgica (ver aparte) o sometida a otros procesos, como la quimioterapia. En las próximas entregas, abordaremos este proceso desde dinstintos enfoques, tanto social, como psicológico y nutricional.