El patio de un conventillo, los inmigrantes, la marginación y el ensamble de culturas son algunos de los temas que aborda El diablo en el conventillo, un sainete criollo con el que la Municipalidad de Godoy Cruz se lanza en la costosa pero positiva tarea de promover la producción teatral mendocina. La obra, de Carlos Mauricio Pacheco, interpretada por más de una docena de actores locales, será estrenada el domingo en el escenario del teatro Plaza de Godoy Cruz.

    Alejandro Sáenz, un realizador de Buenos Aires a quien se le encomendó la dirección de la pieza, dialogó con Protagonistas y dejó en claro el porqué de la vigencia de un formato de antaño. “Durante muchos años me he dedicado a estudiar este género teatral y, realmente, es muy rico”, comentó Sáenz, quien también dedica su tiempo a la actuación y la dramaturgia. El sainete es un género que data de fines del siglo XIX, pero, pese a su antigüedad, posee signos de manifiesta vigencia: “Apenas plantearon montar esta obra, confieso que me pregunté si tenía sentido, por tratarse de un género porteño y muy antiguo”, opinó Alejandro y aclaró: “Pero ni bien me sumí en esta empresa, me di cuenta de lo beneficioso que sería reflotar una parte de nuestra historia por medio del teatro”.

QUIÉN ES EL DIABLO. Este tradicional género argentino nos transporta a la Buenos Aires del 1800 y los famosos conventillos formados en las casas deshabitadas luego de la epidemia de la fiebre amarilla. Precisamente, es el patio de ese conventillo el que funciona como marco para la obra de Pacheco. “El diablo en el conventillo muestra un sector marginado de Argentina, que sufre el desprecio por su origen, también la prostitución, la explotación y el hacinamiento.

    El retrato que propone es pintoresco y lleva impresos matices dramáticos, como también grotescos”, opinó Alejandro Sáenz sobre la pieza, cuya trama goza de algunas particularidades. Un personaje llega al patio de un caserón habitado por muchas familias, en el que se viven grandes desgracias. Extraño ante los ojos de quienes allí conviven, el sujeto es tomado como el diablo, que ha llegado para hacer el mal. Sin embargo, el protagonista, lejos de desmentir tal enjuiciamiento, se hace pasar por el diablo, intentando sacar ventaja, pero sin saber que, en realidad, deberá pagar las peores consecuencias.

   “Una de las virtudes de esta pieza es que te lleva a plantearte quién es realmente el diablo. Ese pobre hombre que intenta sortear sus dificultades económicas provocando miedo a quienes lo creen el diablo o los sectores más acaudalados de la sociedad que se aprovechan de la misera del conventillo”, reflexionó el director, quien para terminar decidió referirse a la gestión municipal:“No se encuentran muchos casos de propuestas de este tipo en el país. Que un municipio apoye un proyecto de esta naturaleza es muy bueno, sobre todo porque impulsa la labor de los actores, que tanto esfuerzo deben hacer para gestar sus propias iniciativas”.