La cultura actual ha sobredimensionado el valor del cuerpo y su estética, por encima de otros aspectos del ser humano, alejándose del concepto de salud como sinónimo de equilibrio. Este modelo cultural erróneo exige a la mujer ser absolutamente delgada y también requiere del hombre ciertos retoques en su físico. Una de las alternativas por la que optan muchos de los que desean esta imagen aparentemente ideal es el consumo de anabólicos y de sustancias estimulantes presentadas como vitaminas inofensivas. Sin embargo, lejos de ser beneficiosas, sus efectos colaterales pueden resultar altamente perjudiciales y, en algunos casos, acarrear consecuencias irreversibles.
EL MODELO DE HOMBRE ACTUAL. Tal como se aprecia en la actualidad, los individuos de sexo masculino no sólo están despojados de lípidos, sino que han desarrollado su masa muscular hasta lograr el tipo atlético. Es esencial destacar que ese estado puede lograrse con mucho sacrificio y a largo plazo, respetando ciertas leyes naturales y metabólicas. Para agrandar la masa muscular no sólo se precisan grandes aportes de proteínas, sino que se necesita de la acción de las hormonas masculinas. La testosterona, por ejemplo, afecta todos los sistemas y tejidos, cumpliendo dos funciones principales: la androgénica, que promueve la masculinización, y la anabólica, formadora de tejidos. Se trata de hormonas perfectamente naturales que funcionan en el organismo de cualquier hombre sano.
LOS ANABÓLICOS, UN ARMA DE DOBLE FILO. Existen sustancias sintéticas que muchos usan para apurar esos procesos y lograr mayores resultados en menor tiempo. Su denominación completa sería anabólicos (que intervienen en un proceso constructivo) esteroides (por la clase de drogas) andrógenos (o androgénicos, que promueven las características masculinas). Los anabólicos esteroides son sustancias artificiales, hormonas sintéticas liposolubles (se disuelven en grasas), que activan genes específicos, produciendo un aumento del volumen muscular.
Ello no quiere decir que esa masa sea de la misma calidad de la que se logra por métodos más ortodoxos y, sobre todo, sanos. Estos productos son obtenidos, por lo general, en el mercado clandestino (ver aparte), en el que se comercializan fármacos no autorizados para el uso humano. Pero el mayor peligro reside en que quienes los usan indiscriminadamente ignoran el enorme riesgo que corren y suelen combinar varias clases de esteroides para maximizar su eficacia y, al mismo tiempo, minimizar sus efectos desfavorables.
EFECTOS. Los expertos dividen las acciones adversas de los andrógenos en virilizantes, femineizantes y tóxicas. Se sabe que, en los varones adultos, los efectos virilizantes y femineizantes son, en gran parte, reversibles, aunque algunos, como la supresión de la espermatogénesis, pueden persistir hasta meses después de suspender la administración. Los efectos tóxicos a largo plazo, como el deterioro de la función hepática, podrían mitigarse por el uso intermitente.
Por su parte, los músculos producidos por estos compuestos poseen altas cantidades de agua y sal, haciéndolos parecer más grandes mientras que, en realidad, pueden haberse debilitado por la presencia de líquido. Esto puede conducir a lesiones como tendinitis y ruptura de los tendones y ligamentos. Acné, impotencia, atrofia testicular, aumento del tamaño de las mamas, agrandamiento e inflamación de la próstata, disfunción renal, calvicie, tumores hepáticos, ictericia (pigmentación amarillenta), retención de líquidos, hipertensión arterial y temblores son otras de las consecuencias producidas por el consumo de anabólicos.
En la mujer, esas sustancias causan similares trastornos, a los que se anexan: retraso del ciclo menstrual, crecimiento del vello facial y corporal, agrandamiento del clítoris y engrosamiento de la voz. En ellas, estas alteraciones presentan generalmente un carácter irreversible.