La inseguridad es una problemática que afecta cada vez más a la sociedad. Diego Lombardich se convierte en el gran protagonista de esta historia ya que, hace tres años, tras sufrir un hecho delictivo, quedó con una paraplejía que le impidió volver a caminar. A pesar de ello, afronta la vida con valentía y coraje para alcanzar cada una de sus metas. Lombardich es un joven de 27 años, fiel amante de los deportes.
Desde chico comenzó a practicar tenis en las instalaciones del club Guillermo Cano y, con 13 años, en plena adolescencia y cansado de ese deporte, optó por el básquetbol, su verdadera pasión. “Cuando decidí abandonar el tenis, mi padre me insistió para que siguiera practicando deportes, y así fue como probé con el básquet”, dijo en diálogo con Protagonistas.
Fue tanta la afinidad que sintió por esa disciplina que, a los dos años de haber ingresado al equipo, tuvo la posibilidad de debutar en Primera.“Estuve muchos años en el Cano, luego vestí las camisetas de clubes como San José y Social Las Heras. Pero finalmente regresé a la sede que me cobijó desde un primer instante hasta que tuve la desgracia de ser asaltado”, expresó Lombardich, un tanto emocionado.
UNA INSTANCIA CRUCIAL. Al momento de convertirse en la víctima de los asaltantes, Diego se encontraba trabajando en un aserradero perteneciente a su familia. En ese momento, ingresaron tres inadaptados armados que, sin hablar ni exigir nada a cambio, le dispararon en la columna, derribando los sueños y proyectos de un hombre que sólo trabajaba para lograr su cometido: contraer matrimonio con Mariana, el verdadero amor de su vida.
“Independientemente de mi incapacidad para caminar, una de las cosas que estos sujetos frustraron fue poder casarme con Mariana. El hecho ocurrió el 3 de agosto del 2003 y teníamos planificada nuestra boda para el 25 de octubre de ese año”, manifestó muy acongojado, y añadió:“Fue un golpe muy duro de sobrellevar, ya que mi vida estaba programada de un modo y, con lo ocurrido, muchos proyectos e ilusiones debieron ser postergados”. Pero, por suerte, la justicia divina existe y este joven, dos años más tarde, logró formalizar con su novia y concretar ese ansiado sueño.
VOLVER A EMPEZAR. Desde que Diego sufrió esa terrible situación, muchas fueron las personas que lo acompañaron en su recuperación e, inclusive, dedicaron parte de sus vidas para ayudarlo en ese difícil trance. “Cuando ingresé al hospital, los médicos (sin muchos rodeos) comunicaron a mis familiares que debían ser muy fuertes ya que mi estado era muy complicado y prácticamente iba a ser como un bebé: mi cabeza iba a funcionar normalmente pero la movilidad de mi cuerpo quedaría anulada”, recordó afligido.
A pesar de los dichos de los profesionales, pudo luchar con fortaleza gracias al apoyo incondicional de sus padres, Rubén y Chela; sus tres hermanos, Iván, Martín y Enzo; sus suegros Mario y Lita y, obviamente, el de Mariana, la mujer que se transformó en su gran sostén. “Sin dudas puedo decir que me considero un hombre feliz gracias al apoyo y al amor de estas personas, quienes sufrieron a mi lado, pero que, a la vez, sacaron fuerzas para que yo pudiera salir adelante”, expresó.
Luego de escuchar estas emotivas palabras, no se puede dejar de pensar en Mariana que, con 23 años, supo enfrentar la situación con dignidad y acompañar a su hombre con la incondicionalidad y la entrega con que sólo alguien que está enamorado puede hacerlo.
Al preguntarle a Diego acerca de su mujer, refirió muy orgulloso y con su voz entrecortada:“Es el ángel que me ilumina la vida, me apoya muchísimo. Si bien el que sufre en carne propia las cosas soy yo, tanto ella como mi familia sufren a la par, pues no es fácil para un padre ver que su hijo no puede caminar, como no lo es para mis hermanos y, mucho menos, para mi mujer. Sin embargo, su amor es tan infinito que estoy convencido que fue eso lo que me permite hoy ‘seguir caminando’”, comentó feliz.
UN TROPEZÓN NO ES CAÍDA. Rodeado de afecto y con ganas de progresar y enfrentar su vida con la mayor normalidad posible, Diego comenzó su rehabilitación y (tras la insistencia de su amigo Celso Cerdá) decidió retomar esa afición que tanto añoraba. Se integró al equipo mendocino Iclim y comenzó a jugar al básquetbol sobre silla de ruedas. Al poco tiempo de ingresar, su evolución fue sorprendente.
“En un principio, fue muy duro enfrentarme con esa realidad, no lograba convencerme de que pudiera regresar a practicar básquet en una silla de ruedas. Pero me dí cuenta que, a pesar de mi limitación, podía apostar por mi sueño”, expresó el deportista. Y como al inicio de su historia, sus pasos se fueron dando de un modo acelerad. En la actualidad, Lombardich atraviesa uno de sus mejores momentos, tantos personal como profesional.
“Tras jugar en el TNA, en Rosario, el entrenador del seleccionado argentino de básquetbol, Domingo Patrone, me observó y me pidió que fuera a entrenar a Buenos Aires para probarme en el equipo albiceleste. Luego de mi prueba, recibí la noticia de que, en muy poco tiempo, formaría parte del seleccionado mayor, mi verdadero sueño”, comentó orgulloso (ver recuadro).
UN VERDADERO LUCHADOR. Muchos son los motivos por los que Diego Lombardich se transforma en el gran héroe de esta historia de vida. Su lucha personal y el anhelo por alcanzar cada uno de sus objetivos lo impulsaron a ser un verdadero ejemplo para aquellos que, como él, sufren una discapacidad, la que, si bien los limita en muchos aspectos, no les impide la posibilidad de soñar y lograr cada uno de sus cometidos.
En la actualidad, la vida de Diego no es similar a la de hace unos años. Pero, a pesar de ello, tomó la decisión de afrontarla de la mejor manera posible. Hoy distribuye su tiempo entre el trabajo, la familia, sus amigos y su verdadera pasión: el básquetbol. “Cuando retomé mis clases de básquet, sentí que volví a nacer, encontré una enorme felicidad, aprendí a valorar otros aspectos, no sólo de la disciplina sino también de la vida. Ahora, a punto de cumplir 28 años, estoy orgulloso de gritar al mundo entero que volví a ser un hombre pleno y feliz”, finalizó.