El dramatismo que años atrás ofrecían los cruceros por las majestuosas Tres Gargantas, ubicadas en el tercer río más largo del mundo, el Yangtsé (China), ha sufrido una notable merma con la construcción de la mayor presa del mundo en su lecho, que ha elevado el nivel de las aguas, sumergiendo todo modo de vida a orillas de la turbia corriente. Dicen los que han estado antes y después que los cruceros por el Yangtsé han perdido su esplendor, aunque es indudable que siguen surcando recodos de enorme encanto, mientras sus promotores tratan de buscarles nuevos alicientes.

    Entre ellos, por supuesto, una visita a la gigantesca y polémica presa de las Tres Gargantas. Ubicada en una zona montañosa y plagada de cuestas “rompepiernas”, la ciudad de Chongqing, en la confluencia entre el Yangtsé y el Jialing, es el lugar de embarque. La municipalidad de este asentamiento urbano, con más de 30 millones de habitantes que viven envueltos casi permanentemente en la niebla, fue creada en 1997 bajo el mando directo del gobierno central, para supervisar mejor la construcción de la presa.

UN VIAJE INDESCRIPTIBLE. La manera de recorrer las inmensidades del Yangtsé es a través de un crucero. Como costumbre, en cada uno de ellos el visitante recibe de mano del capitán un vaso de té helado, como símbolo de bienvenida. Durante cuatro días y tres noches, el crucero surca las aguas del poderoso río hasta desembarcar en la presa, cuya construcción ha hecho elevar el nivel del río, hasta ahora, unos 120 metros y lo hará hasta 175 metros cuando esté terminada en 2008, un año antes de lo previsto y a punto para los Juegos Olímpicos de Beijing.

    Constantes postes ubicados a las orillas del río marcan las alturas a las que llegarán las aguas, y señalan campos, casas de piedra y templetes que están condenados a desaparecer con el agua. Es imposible olvidar toda la belleza que ha quedado bajo las aguas. Pueblos tradicionales sustituidos por ciudades que desencajan con la naturaleza, monumentos milenarios anegados y, en ocasiones, reconstruidos piedra por piedra.

    Y sobre todo, más de un millón de personas que vivían del río están siendo reubicadas, lo que se ha traducido en riberas solitarias e inactivas, que contrastan con el anterior bullicio en las márgenes de la corriente. Aunque la melancolía por los tiempos pasados no se puede evitar, el crucero sigue descubriendo recodos inolvidables y tiene un interés agregado para los visitantes: ser testigo del modelo de desarrollo que ha elegido China.

LAS TRES GARGANTAS. Qutang Xia,Wu Xia y Xiling Xia conforman las míticas Tres Gargantas (San Xia, en mandarín). Qutang, la primera que enfila el crucero, es la más corta y estrecha: 8 kilómetros y 152 metros, pero también la que más magia retiene.Wu Xia o garganta de las brujas tiene 40 kilómetros de largo, escarpadas paredes en las que se dibujan bellos atardeceres en rosa y azul y doce picos de formas caprichosas que se distribuyen, a partes iguales, entre ambas orillas. El más conocido, Shennu Feng o pico de la Diosa, recuerda, con un poco de imaginación, la imagen de una doncella recostada.

    Por último, la más larga y profunda, Xiling, con 66 kilómetros y paredes de hasta 1.220 metros, está formada en realidad por siete pequeñas gargantas que reciben nombres basados en leyendas antiguas. Atravesar las tres supone, por lo menos, dos días de tranquilo crucero, en el que apenas se cruzan otros barcos, normalmente buques que transportan carbón o materiales de construcción. Pero además, el recorrido se interrumpe en varias ocasiones para visitar recodos históricos y culturales que todavía resisten, aunque algunos no para siempre por la subida constante de las aguas.

    Las llamadas Pequeñas Tres Gargantas son uno de los más atractivos, quizás porque retrotraen a la perdida fuerza de sus hermanas mayores. El cielo y la vegetación se reflejan en el agua, dándole un color verde esmeralda que, no obstante, la basura emborrona en varios tramos. Zapatillas y botellas flotan en las aguas cristalinas, pese al esfuerzo de los pequeños botes de limpieza. A las tres pequeñas gargantas, se entra desde la localidad de Wushan, localizada en la confluencia entre el Yangtsé y el Daning. La ciudad existe desde el último período de la Dinastía Shang (1600-1027 a.C.) y aloja en sus nuevos edificios a unas 30.000 personas. A lo largo de 33 kilómetros por el Daning, las tres gargantas menores imponen la belleza del silencio, interrumpido a veces por los chillidos de los macacos rhesus, que habitan entre la vegetación.

UNA CIUDAD FANTASMA. La Garganta de la Puerta del Dragón abre el trayecto, y en ella el río sólo tiene de diez a treinta metros de anchura, con acantilados de 800 a 1.000 metros. Según la creencia popular, en esta zona crecen misteriosas plantas y hongos de la longevidad. En los 10 kilómetros de la Garganta de la Niebla, cuyo nombre no se debe a la casualidad, se pueden ver “ataúdes colgantes” dejados por los ba, un pueblo que habitó la región entre 3500 y 1800 años atrás. Por último aparece la Garganta Esmeralda, la más larga (con 20 kilómetros) y en la que se destacan las arboledas de bambú y la exuberante vegetación.

    Otra de las paradas estrellas del crucero es Fengdu, la única ciudad fantasma de China. Se encuentra a los pies del monte Mingshan y es probable que parte de ella quede anegada cuando las aguas lleguen a los prometidos 175 metros. Y al parecer no importa que Fengdu sea uno de los camposantos del taoísmo, a donde, según la creencia popular, llegarán los muertos para ser juzgados por el dios del infierno, para saber si irán al cielo o a las profundidades.

    Es cierto, sin embargo, que algunos monumentos han corrido mejor suerte, como es el caso del templo de Zhang Fei, de 1.700 años de antigüedad, que fue trasladado piedra por piedra para evitar su desaparición bajo las aguas. Atravesando lo visible y lo sumergido, el crucero llega a su destino: el embalse de las Tres Gargantas, una impresionante y polémica obra de ingeniería con la que el Partido Comunista de China quiere aportar su propia Gran Muralla a la historia. Para la visita, es necesario abonar una entrada, que permite un vistazo rápido y controlado a la obra, vigilada celosamente por el Ejército chino.

    Más de 600.000 personas, en su gran mayoría, chinos, la visitaron en los primeros seis meses de este año y pusieron su granito de arena a la financiación de la faraónica obra, además de contribuir a que el turismo en las Tres Gargantas, aunque sea sólo en estas tres gargantas de cemento, no decaiga. Claro que, indudablemente, las sombras del proyecto, con activistas apaleados, especies animales y vegetales extinguidas, campesinos expropiados y reubicados son parte de otra historia.