Cuando una persona es víctima de una enfermedad grave, por lo general tiende a recriminar a la vida por su dolencia e intenta buscar los causantes de ese mal. Noemí Nanfro, la protagonista de esta historia de vida, padeció, hace dos años, cáncer de mama. Tras esa dura y difícil realidad, decidió apostar a la vida con ganas y valentía. Licenciada en minoridad y familia, esta mujer comenzó a aplicar sus conocimientos a temas relacionados a la mujer.

    Así fue como llegó al jardín maternal Arco Iris, en el barrio Campo Papa, donde comenzó a trabajar con mujeres víctimas del maltrato físico, psicológico y económico, intentando, a partir de sus herramientas, rescatar la fortaleza que estas personas tenían para seguir viviendo. “Siempre me interesé mucho por las temáticas sociales y me gustó la idea de poder ayudar a estas mujeres tan indefensas a las que les enseño, junto a un grupo interdisciplinario de profesionales, a salir fortalecidas ante la adversidad que les toca enfrentar”, manifestó Noemí, en diálogo con Protagonistas.

UN MOMENTO CRUCIAL. Madre de tres hermosos hijos, Martín, Carolina y Julieta, y abocada de lleno a su actividad profesional, en el 2004, producto de un malestar que sentía en los pechos, lo que le impedía mover los brazos, Noemí decidió consultar sobre su dolencia con Francisco Gago, un reconocido ginecólogo y pionero argentino en mastología (estudio de mamas).

    “Luego de que el médico me palpara las mamas, me solicitó de inmediato una ecografía mamaria. A los 15 días concurrí con el examen en manos, se lo entregué y me dijo que tenía un tumor importante en uno de mis pechos, y que era imprescindible extirparlo de modo urgente”, refirió. Ante tal noticia, esta mujer manifestó cierto rechazo a la intervención y comenzó a proponer otras alternativas para no llegar a esa instancia, como el uso de vitaminas o bien extraerlo a través de una punción. Pero estas propuestas fueron rechazadas por Gago, pues la problemática era importante. “Al mes de detectado el tumor, me realizaron la operación y todo fue tan perfecto y normal que jamás sospeché que pudiera ser algo grave”, dijo, y continuó: “Unos días después de la cirugía, un familiar me comunicó la noticia más dura de mi vida: que tenía cáncer de mama”.

EL CAMINO A LA SALVACIÓN. Si bien la noticia de la enfermedad era muy dura, Noemí no lograba convencerse de padecerla, pues jamás se imaginó que ese persistente dolor podría terminar en un cáncer. “Al enterarme, de inmediato acudí al consultorio de Gago y allí obtuve la certeza de mi padecimiento. El médico me notificó que tenía un tumor maligno, el cual se encontraba encapsulado por lo que debía iniciar con las sesiones de quimioterapia lo antes posible ”, comentó. Ante esa realidad, Nanfro reaccionó con negación a la enfermedad. Su única preocupación eran sus tres pequeños.

    “Pensaba qué iba a ser de ellos sin mí, pensaba en mi vida personal y, tras tanta amargura y dolor, comencé a hacer terapia con Noelia Centeno, una psicóloga que forma parte de Fundafem”, agregó. La decisión más importante para Noemí fue someterse a las sesiones de quimioterapia, por lo que podría llegar a ocurrirle. “No sentía temor a la enfermedad sino a la medicación que esta requería, ya que, al ser tan fuerte, no sólo destruye las células malas sino también las buenas”, expresó, y acotó: “Pero, luego de la asistencia y la contención psicológica que recibí, comprendí la importancia de hacer las quimios y entregué mi cuerpo en manos de la ciencia”.

    Cuatro fueron las quimioterapias que esta luchadora y valiente debió soportar y, en cada una de ellas, tuvo el apoyo y la contención de sus hijos, familiares y amigos. “Cuando supe que padecía cáncer y me interioricé acerca de las consecuencias que esto generaba en mi cuerpo, decidí cortar mi cabello, el cual me llegaba hasta la cintura. A partir de allí, enfrenté lo que venía”, comentó.

    Al ser tan creyente en Dios, Noemí decidió hacer frente a su padecimiento con la tranquilidad de que este no la iba a abandonar en su lucha. Así fue como, en cada sesión, ella misma se preparaba de un modo especial: “Sabía que las quimios eran situaciones muy traumáticas y, ante ello, opté por preparar mi mente y mi cuerpo. A cada sesión acudía con un CD con música angelical y durante una hora (tiempo en que dura la quimioterapia) mi alma se colmaba de paz y tranquilidad. Eso fue lo que me permitió encontrar la verdadera armonía durante esa tediosa circunstancia”, relató.

    Así pasó el tiempo y esta mujer debió enfrentarse con otra situación: las radiaciones, que durante dos meses y medio transformaron su vida en un calvario, pues, según manifestó, fueron más traumáticas que las quimios.

VOLVER A EMPEZAR. “Cuando a una persona le diagnostican cáncer, se ve involucrada toda la familia. Mis hijos sufrieron y sufren mi enfermedad del mismo modo que yo. Recién dentro de cinco años voy a estar clínicamente sana, eso implica que debo continuar con chequeos y estudios, aunque ya el tumor haya desaparecido”, explicó. Si bien el proceso fue muy duro Noemí decidió apostar a la vida de un modo digno.

    “El cáncer no fue mi gran problema sino las quimios, sólo quería pasar esa instancia para retomar con mi vida personal y profesional”, recalcó. Una vez pasada esa etapa, Noemí dedicó su vida al deporte y, junto a un grupo de amigas, comenzó a realizar actividad física, caminatas. Un día, preparándose con un entrenador, surgió la posibilidad de ponerse como meta el Aconcagua.

    “Entrenábamos mucho, salíamos a caminar, hacíamos actividad aeróbica y todos los sábados íbamos al Cerro Arco, a fin de adaptarnos a la altura”, recordó, y añadió: “La primera vez que subí el Arco tardé dos horas y media, sentía que me faltaba el aire, aparte estaba excedida de peso. Con una alimentación balanceada pude empezar a realizar un entrenamiento más eficaz”, recordó. Así fue como empezaron a animarse a más y recorrieron distintos cerros como el Lomas Blancas, el Comisión y el Gateado hasta que, ya afianzadas, decidieron buscar un guía de montaña el cual les permitió llegar, este año, hasta Plaza de Mulas.

    “Desde el momento en que pude salir de mi enfermedad y descubrir la actividad física como una parte de mi esencia, me di cuenta de lo hermosa que era la vida. La naturaleza me inspiraba sensaciones muy gratificantes, me generaba paz, armonía, sus olores me permitieron descubrir la inmensidad de la montaña.

SU MENSAJE. Más allá de la experiencia que Noemí debió afrontar, esta mujer siente hoy la necesidad de dejar un mensaje de aliento para las que, como ella, están pasando la misma situación. “Cuando a alguien le diagnostican cáncer, lo ideal es no quedarse con eso y los miedos que implica, sino intentar buscar otras alternativas y seguir apostando por la vida”, refirió, y agregó: “Desde que me dieron el alta sentí la necesidad de ayudar a las personas a partir de mi experiencia, así fue como, vinculada a Fundafem, les contaba lo que debí afrontar y cómo enfrentarlo con valor. Les daba consejos acerca de como continuar su lucha, qué hacer cuando el pelo se cae y así ayudé a muchas pacientes que, como yo, fuimos víctimas del cáncer mamario”.

    Hoy, Noemí ya se encuentra recuperada y dedica su vida a vivir con felicidad. Entre sus proyectos se encuentra, en febrero del próximo año, hacer cumbre en el Aconcagua, para lo que se está entrenando junto a dos amigas.

    “Le tengo mucho respeto a la montaña y no la voy a desafiar. Llegaré hasta donde ella me lo permita”, comentó orgullosa. Sin dudas, Noemí se transforma en una verdadera protagonista de la vida. Si bien ella se niega a ser considerada un gran ejemplo, su fortaleza y coraje la convierten en una mujer digna de destacar.