El cantautor y músico Javier Calamaro editó recientemente su nuevo álbum de estudio, Villavicio ( junto a su orquesta Piratas), lo presentó en Buenos Aires y ahora piensa recorrer el país con sus canciones, en las que con sapiencia y buen gusto fusiona el tango y el rock de sus raíces. El proyecto de Villavicio llevó poco menos de dos años para concretarse y comenzó con grabaciones de piano y voz en el living de la casa de Javier junto al maestro Leandro Chiappe (Chapa), quien fue el arreglador y productor musical del CD.

    “Tomamos como referente a Pichuco Troilo y de ahí en más decidimos armar la orquesta con los músicos que grabamos el disco y nos presentamos en vivo”, comentó Javier. “Cuando grabamos la primera maqueta de este disco, no teníamos la intención de cantar los clásicos con el piano. No había planes de orquestar ni de componer, pero, como siempre, la improvisación, el destino y la devoción por los maestros hicieron que esto que ahora escuchamos sea el comienzo de algo”, remarcó el autor del tema Quitapenas.

    Conforman Piratas y Piratas en tránsito: Leandro Chiappe piano, acordeón y órgano Hammond), Julio Graña (violín solista), Miguel Ángel Bertero y Pablo Hopernhayn (violín), Julio Domínguez (violín y viola), Guillermo Ferrer y Pablo Araujo (contrabajo), Mariano Cigna (bandoneón), Fabián Fazio (vientos), Luis Indio Márquez (guitarra) y Zurdo Alaguibe (batería y percusión). La placa incluye temas propios (compuestos con Chiappe), como Cuatro rosas y una vela, Granizo, Sordidez y sordera, Culpable y convicta, los que se mezclan con clásicos del dos por cuatro: La última curda (Catulo Castillo-Troilo), Garúa (Cadícamo-Troilo), Yuyo verde (Expósito-Federico) y Desencuentro (Castillo-Troilo), entre otros.

    “En algún lugar existe una ciudad llamada Villavicio, donde reina la miseria mental, mientras la incertidumbre y la paranoia flotan en el aire. Por sus calles saturadas de almas en pena la gente deambula como autómata, sin saber adónde va ni para qué. Con este pensamiento salió el título del disco y así compuse Cuatro rosas y una vela, que sintetiza el concepto”, recordó el músico. Mientras que Granizo, explicó Javier, “nació pensando en aquel peor granizo que cayó algún día de julio cuando otro villaviciense pensaba cómo evitar volarse la sesera por vigésima vez en lo que iba del invierno. En ese momento lo conocí, flotando a la deriva en un mar de sordera y sordidez”.

    Calamaro aseguró, además, que en el disco “me di algunos gustos, como la participación de Adriana Varela en Yuyo verde y el bandoneón y la voz de Rubén Juárez en La última curda, quienes visten de gala al disco”, agregó el músico. “Decidí, además, volver a grabar mi versión de El corralero, el clásico de Hernán Figueroa Reyes, que ya había grabado en un disco que se llamó Chiapas, y sentí la necesidad de terminar la placa con Yira yira, de Enrique Santos Discépolo, y Tomo y obligo, de Carlos Gardel y Manuel Romero”, expresó Calamaro.

    “Ahora, con el disco convertido en una realidad, la idea es tocarlo en todo el país, lo estrenamos en Madero Tango, donde recibí el honor del halago de La Tana Susana Rinaldi, estaban mis viejos, mi hijo Romeo, amigos, periodistas y todos los que de alguna manera confiaron en el concepto de un disco especial para mí”, afirmó. “Me siento muy bien cantando tango, el dos por cuatro de mis maestros, estoy componiendo, fiel a mi estilo de no perder la esencia roquera de mis comienzos, como cuando tocábamos con Los Guarros, pero vivo otro momento y otro espacio dentro de mi carrera”, concluyó el artista.