La situación epidemiológica en Rusia empezó a mejorar a partir de marzo hasta el punto de que se levantaron la mayor parte de las restricciones como los confinamientos domiciliarios, los cierres perimetrales y los toques de queda. Empezaron a funcionar los restaurantes, teatros y establecimientos de ocio nocturno. La obligación de utilizar mascarilla y guantes quedó relegada solamente al transporte público y locales cerrados.

Pero, desde mediados de mayo, la incidencia de la pandemia ha aumentado, los contagios se han disparado y, actualmente, se sitúan en el rango de los 14.000 casos diarios, de los que casi la mitad, en torno a los 6.500, corresponden a Moscú, la capital del país. Por eso, el alcalde capitalino, Serguéi Sobianin, ha tocado la sirena de alarma y ha calificado de “dramática” la situación en la ciudad.

Las muertes por coronavirus, que se acercaban hace poco a las 300 diarios en el conjunto de Rusia, vuelven a superar las 400. Mientras que en Moscú, en donde los decesos diarios rondaban el medio centenar superan ya los 70. Según Sobianin, “los casos diagnosticados de COVID 19 en la capital en los últimos días han aumentado en un 80%”. Según sus palabras, además “se han incrementado en un 70% las hospitalizaciones por casos graves” y el horizonte de las UCI saturadas puede pronto volver a ser una realidad. Informa además de que aumenta también la proporción de jóvenes ingresados.

La solución que ve el regidor al problema es intensificar la vacunación y hacerla obligatoria para determinados sectores de la población, no solo los médicos, profesores, fuerzas de seguridad y funcionarios, sino también los empleados del sector de servicios. El Kremlin, en declaraciones de su portavoz, Dmitri Peskov, apoya la iniciativa, pese a que el presidente Vladímir Putin ha insistido muchas veces en que vacunarse es algo voluntario. A juicio de Peskov, “la vacuna es el único medio de poder vencer esta infección”. Él, no obstante, no parece tener prisa por vacunarse, ya que estuvo enfermo el año pasado y afirma tener un alto nivel de anticuerpos.

La población no quiere vacunarse

El primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, cree que va ser necesario llevar a cabo una campaña explicativa «para dar a conocer las ventajas de estar vacunado». Según sus palabras, «en Rusia tenemos cuatro fármacos propios para prevenir el Covid-19», aunque es la Spútnik-V la que más se están inoculando. Sin embargo, hasta ahora apenas se han vacunado 19 millones de rusos con al menos una dosis, lo que significa menos del 13% de la población, según un recuento independiente llevado a cabo a través de todo el país. En Moscú, cuya población supera los 12 millones de habitantes, la vicealcaldesa Anastasia Rákova reporta un millón ochocientos mil vacunados. Y es que, en un reciente sondeo del centro sociológico ruso Levada, más del 60% de la población rusa asegura no tener intención de vacunarse por ahora. Se está recurriendo incluso a sortear vehículos entre quienes acuden a darse el pinchazo.

El pasado día 12 se celebró en todo el país el Día de Rusia y Sobianin decidió prolongar hasta el próximo lunes 21 los días festivos al objeto de tratar de reducir la incidencia. Paralelamente, el alcalde ordenó que durante este periodo restaurantes y salas de fiesta permanezcan cerradas.

La cifra total de infectados por COVID 19 en Rusia desde el comienzo de la pandemia se sitúa en 5.264.047 y la de muertos en 127.992. Ocupa así el sexto puesto en la lista de afectados a nivel mundial, por detrás de EE.UU., India, Brasil, Francia y Turquía. Pero, el pasado mes de diciembre, llegó a ser el cuarto país más azotado del planeta por la pandemia. Actualmente pisa los talones a Turquía, con una diferencia de unos 80.000 casos, y, si la situación no mejora, Rusia pronto podría recuperar el quinto lugar.