El presidente de Bolivia, Evo Morales, cumple hoy ocho meses de gobierno, en un país semiparalizado por sus aliados, con la Asamblea Constituyente estancada, la nacionalización de los hidrocarburos en riesgo y amenazas de recurrir a las armas. Además, su Movimiento al Socialismo (MAS) –alianza de nacionalistas, indigenistas e izquierdistas– sufre fuertes tensiones, las regiones ricas del oriente tropical amenazan con levantarse, y hasta Morales se confiesa “cabreado con la burocracia” por la escasa gestión gubernamental.

    El vicepresidente, Álvaro García Linera, pidió el miércoles a los indígenas defender con su vida y las armas la nacionalización del gas, en un acto en el que evocó su pasado guerrillero, y dijo que aprendió a matar para defender los recursos naturales. “Si es necesario salir otra vez a la lucha, saldremos diez, veinte, cincuenta veces”, dijo el presidente en funciones (por el viaje de Morales a la Asamblea de la ONU). Esas advertencias se produjeron en momentos en que asociaciones de indígenas y campesinos del oriente, fieles a Morales, cortaban carreteras en torno a Santa Cruz, la mayor ciudad de Bolivia, con millón y medio de habitantes, también la más próspera y fortín de la oposición conservadora.