Rompemos todo. Hasta un simple y divertido juego virtual. Aparece el barrabrava que llevamos dentro y recurrimos a la violencia cuando algo no sale como creemos que debe salir porque “somo’ argentinos, loco, los mejores del mundo”.

Un joven chaqueño tuvo la genial idea de crear una competencia virtual para hacer más llevadero la cuarentena. Lo denominó “mundial de provincias”, lo publicó en Twitter y la repercusión fue inesperada, explosiva, increíble.

Miles de mendocinos y cordobeses comenzaron una alocada carrera para que sus provincias ganara esa semifinal virtual. Primero con humor, con folclore del bueno. Así se sumaron a las campañas algunos políticos, deportistas, clubes, artistas e instituciones. Pero después llegaron los nervios, la intolerancia y la tensión, que inevitablemente dieron paso a los cruces violentos.

¿Cómo vamos a perder? Imposible aceptar esa humillación. Porque somos como Maradona y no como el pecho frío de Messi que no siente la camiseta. Esa puede ser la síntesis de una postura arraigada en muchos argentinos que buscan ganar a cualquier costa. Porque acá el fin justifica los medios.

“Lástima que se descontroló todo”, admitió Paul Delon, el ideólogo que denunció “millones de amenazas” en sus redes sociales. Insólito.

El mundial de provincias ya no tiene ese espíritu original, lúdico y simpático. En cambio se convertirse en una guerra inexplicable, con trampas, insultos y amenazas de los dos lados. Entonces ya no importa si gana Mendoza o Córdoba. Porque perdimos todos.