Exhaustos, y presuntamente saciados, más de 3.000 swingers dejaron ayer Las Vegas, después de cuatro días de conferencias, exhibiciones y orgías en una convención de hombres y mujeres que, abiertamente, comparten el sexo no sólo con sus parejas. La trigésima cuarta convención anual de Estilos de Vida, cuyo escenario fue el Hotel Stardust y con un precio para los participantes de 700 dólares por pareja, había comenzado el miércoles y concluyó, oficialmente, el sábado de noche. El término “swingers” se refiere, al menos en EEUU, a las parejas que mantienen relaciones sexuales con otras personas, ya sea en pareja, en grupos, o en multitudes.
También es aplicable a los que asisten a encuentros donde contemplan en directo a otras parejas manteniendo relaciones sexuales, tanto hetero como homosexuales. En términos más sencillos, a lo que se dedican realmente estos adeptos es a las orgías, lo que no quiere decir que este tipo de encuentros no cuente con un reglamento: lo hay y muy estricto. Robert McGinley, de 72 años y presidente de la Organización Estilos de Vida, que organiza estos encuentros, afirmó a la prensa que hay más de 3 millones de personas en EEUU que tienen estos “estilos de vida” y que se trata de una comunidad en auge y con un sustancial poder adquisitivo.
Cada una de las jornadas orgiásticas de la convención –en la que también hubo coloquios y conferencias– tuvo su noche especial. El miércoles fue la “noche de los pijamas”, para la cual se invitó a los participantes a que usaran “cualquier cosa que usen para ir a la cama”. Todo estaba permitido, excepto la ropa de calle. El jueves fue la noche de los panties y los calzoncillos. Los asistentes debían entrar a la sala únicamente cubiertos con las prendas susodichas. No se especificó por cuánto tiempo debería mantenerse el atuendo.
La del viernes fue la noche de la lencería y los desnudos. Las mujeres invitadas, que para eso son las que mandan, tenían que ir “decoradas” a la fiesta con las prendas más atrevidas mientras que los varones, nada de nada. Y en la noche del clímax, la del sábado,“todos debieron estar desnudos”. Para asistir a las fiestas, cada persona debía llevar una pulsera que le acreditara como participante en la convención y se advirtió que estaba rigurosamente prohibido el consumo de drogas. En el reglamento reza un aviso específico para este tipo de encuentros:“Nada de escenas dramáticas.‘No’ significa ‘No’ en todo momento”