Uno de los acontecimientos deportivos de un año paupérrimo en la materia era el centenario del club más importante de Mendoza en el fútbol profesional. Era tal la expectativa que desde hacía meses se sabía que habría festejos oficiales, pero también aquellos que suelen venir desde abajo, desde el corazón de los hinchas. El problema es que hay una circunstancia insalvable: que estamos atravesando la segunda ola en Mendoza con una cantidad de contagios que, en promedio por día, es altísima.

Efectivamente, no había que hacer mucha inteligencia para detectar que los festejos del Tomba iban a desbordarse. Fallaron los controles de los organismos del Estado, como el Ministerio de Seguridad o la municipalidad de Godoy Cruz, que tiene potestad para actuar, al menos para canalizar el fenómeno masivo. Ambas entidades se tiraron la pelota entre sí, más allá de que también hay una cierta (ir)responsabilidad por parte de los simpatizantes. 

Lo que es doloroso, al tratar de comprender por qué vuelven a ocurrir estas aglomeraciones, es que venimos de una semana donde muchas actividades tuvieron que volver a cerrar las puertas y bajar las persianas e incluso aquellos que estuvieron habilitados tuvieron que seguir con muchas limitaciones. No será fácil la recuperación económica pero tampoco la social. Que la llegada de una gran cantidad de vacunas a la provincia no nos engañe. Las dosis no son una panacea. El virus no se va, mágicamente, con el pinchazo. Chile es una gran enseñanza de que hay que seguir cuidándose aún inmunizados.