La crisis de abastecimiento del gasoil revela lo vulnerable que es la economía argentina. Por donde quiera verse, aparecen las costuras y las curitas que sirven para tapar los agujeros. Explicaciones debe haber, y muchas. Se le puede achacar la culpa a la guerra en Ucrania, por ejemplo, pero hay un punto en que las teorías no bastan, porque el problema afecta directamente a los bolsillos de particulares, empresarios y servicios del Estado. Es que, de inmediato, es tan corta la frazada que, cuando se busca tapar arriba, debajo aparece la cuestión de los precios altos.
Aumentar los valores en materia de combustibles en este escenario de suba desencadena un efecto dominó. Aún más con el gasoil, que es la energía propia de la logística, la industria del transporte. Algo similar ocurre en otro teatro de operaciones, el de las tasas de interés, que se elevan para frenar la espiral del dólar, pero encarece otros aspectos y deriva en un enfriamiento de la economía. Habrá que ver hasta dónde llega el límite de consumo en cuotas de los argentinos y qué tanto se permitirán estar endeudados.
Este círculo nada virtuoso, en cada vuelta implica morderse la cola. Atacar un problema es incentivar, a la vez, otro. Como apagar un incendio con gasoil.
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