Una mujer tuvo que luchar por una hija discapacitada. Y por su hogar. Y después quedó viuda. Esa mujer, un día, vio a su hija en crisis y la llevó al médico. Entonces el diagnóstico la dejó perpleja: estaba embarazada. Esa mujer decidió, libremente, en virtud de lo que su conciencia, las leyes vigentes y sus convicciones de madre dedicada a esa hija indefensa, que le practicaran un aborto. Ahí empezó el peregrinaje que todos conocemos, en el caso de esa joven de 25 años que vive en Drummond, Luján.

    Le boicotearon su decisión, mujeres y hombres dejaron sus actividades cotidianas para instalarse frente al Hospital Militar para rezar por el bienestar del feto, la Iglesia, como siempre, salió a juzgar, a acusar y a increpar en nombre de la vida; por supuesto, no de la vida ni de la pobrecita que corre riesgo ni de su familia, que está devastada ante tanta exposición pública de su intimidad. Cómo se nota que esta chica no es hija de ninguno de los médicos ni de los jueces que pusieron tantos palos en las ruedas para este aborto.

    Ahora, y no quiero salirme del tema, lo que aprendí viendo el desarrollo de este caso, es que todos los que salieron por los medios pidiendo que siguiera adelante este embarazo porque querían adoptar este futuro niño –no deseado por absolutamente nadie– han demostrado que están en condiciones de adoptar a, por lo menos, uno de los tantos niños de la calle que andan deambulando sin familia.

    Seguro que cuando esta chica aborte tendrán tiempo –o, por lo menos, el tiempo que pasaron luchando por este embarazo– para recorrer los comedores infantiles y ayudar en la nutrición a tantos chicos que lo necesitan. Las organizaciones que se desgarran las vestiduras por vidas en potencia perfectamente podrían dedicarse a hacerlo por las vidas que ya están en desarrollo y que necesitan de otros seres humanos que sean solidarios, respetuosos de las decisiones de los demás y ayuden al que menos tiene.

    Yo entiendo que por cuestiones religiosas existan organizaciones que defiendan al niño por nacer, pero también respetemos la defensa que ha hecho esta madre de su hija que ya nació, que es enferma, que fue violada, que está en estado de conmoción y que nunca nos ha pedido nada más que un silencio respetuoso ante tanta injusticia.