Una Bombonera llena era el marco ideal para el doble festejo. Por un lado, la obtención de la Recopa Sudamericana –el jueves por la noche frente al San Pablo– que convirtió a Boca en el club más ganador del mundo. Por otro lado, la despedida del Coco Basile, un técnico que en un primer momento generó desconfianza en la mayoría de los hinchas xeneizes, pero que, con el correr de los días y a fuerza de títulos, logró meterse a la 12 en el bolsillo.

    Por eso, la familia boquense tenía en claro que el partido frente a Godoy Cruz no iba a ser un partido más, sobre todo teniendo en cuenta que, si ganaba, obtendría un nuevo récord, cosa que, al final, no sucedió, pero esa es otra historia. Tanto los hinchas como los dirigentes pusieron todo para que la jornada de ayer fuera una verdadera fiesta y tiraron el estadio por la ventana. Fuegos artificiales, bombos, cánticos, miles de papelitos y unos 52.000 xeneizes con las gargantas rojas de festejar campeonatos.

    Y el ensordecedor “dale campeón” que surgía de los cuatro costados del estadio aumentó el volumen a las 14.30, sesenta minutos antes de la hora estipulada para el comienzo del partido, cuando por el hueco del túnel apareció la figura del capitán Hugo Ibarra, quien, con el flamante trofeo en sus manos, pisó el césped seguido del resto de los jugadores y del cuerpo técnico que cumpliría ese ritual por última vez.

    El plantel completo dio una nueva vuelta olímpica en su casa, recibiendo el aliento de la hinchada cada vez que pasaba por su sector. Pero, sin dudas, el principal agasajado fue El Coco, quien, con su habitual campera negra y los lentes oscuros, saludaba a sus seguidores con las manos en alto y llevándose un recuerdo imborrable: el canto de la multitud que aclamaba:“Vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, y de la mano de Alfio Basile todos la vuelta vamos a dar”.