Catalino Ramírez nació el 30 de abril de 1980 en la localidad de General Lucio Mansilla, provincia de Formosa, y vistió hasta marzo del año pasado el uniforme verde de la Gendarmería Nacional.

Este ex cabo protagonizó a principios de ese mes un espectacular raid en Uspallata mientras escapaba en una camioneta Nissan gris con un contrabando de estuches para teléfonos celulares y terminó volcando a la vera de la ruta 7, cuando era perseguido a los tiros por un grupo de colegas.

A casi un año del inicio de las actuaciones, Ramírez se sentó en el banquillo de los acusados la semana pasada y fue hallado culpable por el Tribunal Oral Federal Nº1 de Mendoza, que lo condenó a 4 años de cárcel e inhabilitación especial perpetua para desempeñarse como miembro de las fuerzas de seguridad.

Además, los jueces María Paula Marisi, Alejandro Waldo Piña y Alberto Daniel Carelli le prohibieron durante seis meses el ejercicio del comercio y el doble de tiempo de la condena para desempeñarse como funcionario o empleado público.

De milagro

La reconstrucción que hicieron los investigadores sostiene que la noche del jueves 8 de marzo del año pasado, el gendarme Ramírez se comunicó con sus superiores y pidió retirarse del servicio oficina de transporte Libertador aduciendo que su mujer se hallaba enferma y necesitaba de su atención.

Conseguida la autorización, el cabo tomó una camioneta Nissan y atravesó el control fijo de la Gendarmería ubicado en Punta de Vacas. Lo hizo gracias a que el personal del lugar de ruta 7 se encontraba ocupado; sin embargo, los efectivos observaron que el conductor circulaba con algunos bultos en la caja de la camioneta.

Esto generó sospechas, y, los miembros de la fuerza alertaron mediante una comunicación telefónica al puesto de vigilancia en el sector de control emplazado sobre el kilómetro 1151, a la altura del área integrada de Uspallata.

A las 23.55 de ese día, Ramírez llegó hasta la zona, y, sus colegas, junto con agentes aduaneros, le pidieron que descendiera del rodado para realizar una requisa.

El cabo, con total nerviosismo, dijo que no era posible porque la compuerta trasera se encontraba trabada. Ante esto, le pidieron que ingresara con la camioneta al inmueble para efectuar un control mediante el uso del escáner.

Cuando Ramírez iba a estacionar el vehículo, emprendió la fuga a toda velocidad y escapó. Esto dio inicio a una persecución, que estuvo liderara por los mismos gendarmes y el personal de Aduana Nacional. A la altura del kilómetro 1110, en el sector Los Árboles, se montó un operativo cerrojo para lograr que el conductor depusiera la actitud, ya que circulaba muy rápido y en contramano.

A las 0.30 del viernes 9, Ramírez no acató las órdenes de detención –señala el expediente– y arremetió contra los uniformados, impactando en la parte trasera de un vehículo oficial que habían atravesado sobre la calzada.

Como se estaba perdiendo el control de la situación, los gendarmes decidieron desenfundar sus armas reglamentarias y realizaron una serie de detonaciones para que los proyectiles impactaran en las cubiertas de la camioneta. A pesar d esto, Ramírez continuó con la huida.

El personal siguió con la persecución y logró alcanzar al cabo entre los kilómetros 1104 y 1100, cuando perdió el control del volante de la Nissan Frontier y volcó.

En el interior del vehículo dieron con prendas de vestir de Ramírez, su arma reglamentaria, el cargador con municiones, el chaleco y seis cajas de gran tamaño, dos de ellas, en el asiento trasero.

Cuando las analizaron, descubrieron que contenían 4.200 fundas para celulares por un valor, de acuerdo con el aforo aduanero, de 340.654,15 pesos. Debido a esto, fue imputado por el contrabando y la Justicia federal lo halló culpable.