No es fácil despertar a la adultez. La psicología señala a esta etapa de transición como una de las más complicadas de la vida, en la que el hecho de adquirir autonomía es uno de los mayores desafíos para los jóvenes de entre 18 y 25 años. Por eso, es frecuente que los padres de los chicos que pasan por esta edad busquen asesoramiento acerca de cómo acompañarlos.

          Sin embargo, los papás de chicos con retraso mental sienten que esta responsabilidad es aún mayor. Y es que, según explican los profesionales dedicados a este tipo de problemáticas, existe una idea preconcebida a nivel social que considera a las personas con discapacidades cognitivas como eternos niños. Sin embargo, un grupo de padres de chicos mendocinos con estas dificultades sintió la necesidad de buscar un sitio en donde se ayudara a sus chicos a valerse por sí mismos. Y fue Leticia Vázquez, licenciada en Gestión de la Educación Especial, y un equipo de siete profesionales terapeutas especializados en discapacidades mentales y motoras quienes crearon el Proyecto de Transición a la Vida Adulta (PTVA), lugar en el que se orienta a estos jóvenes a adquirir habilidades para la vida diaria y lograr, poco a poco, su independencia, tanto en su entorno inmediato como dentro de la comunidad.

        Vázquez explicó que la idea de crear el PTVA busca llenar el vacío que se produce una vez que los chicos con retraso mental egresan de las instituciones escolares y mientras ingresan al mundo del trabajo. “Este era, hasta ahora, un lugar vacío, porque para comenzar a trabajar es necesario adquirir ciertas habilidades que, si no se fomentan, es muy complicado que estos jóvenes tengan un ingreso laboral exitoso” destacó.

 LA CASA DEL PTVA.

       Al ingresar a la sede del PTVA, lo que uno encuentra es una casa. Nada hace pensar en una escuela ni en otro tipo de institución. Cocina, habitaciones, baño, sala de estar, patio. Lugares comunes en todos los hogares. Por esto, los chicos que componen el proyecto la reconocen como “la casa”. Así de sencillo y esto forma el corazón del proyecto. Valeria, una de las terapeutas del equipo, explicó que, mientras que para cualquier persona esto de ir adquiriendo normas de seguridad, higiene y orden para manejarse en las distintas dependencias de la vivienda se logra de forma natural, en los jóvenes con discapacidades cognitivas necesita un trabajo de mediación más intenso y esto es lo que hace el PTVA.

         La licenciada Vázquez comentó, además, que cuando los chicos ingresan al programa se confecciona un recorrido curricular individual, con una duración de tres años, en el que se incluyen los objetivos que se quieren lograr con cada uno de ellos. Para esto, se tiene en cuenta las necesidades personales del integrante del proyecto, la de sus familias y la opinión del profesional que se encarga de diseñarlo. De esta manera, los jóvenes aprenden desde cómo preparar su propio desayuno y ordenar sus pertenencias hasta el manejo del dinero y una lectura comprensiva del diario. La tarea se extiende también a la comunidad.

         Por esto, primero con simulaciones dentro de la casa y luego trabajando en la realidad, los adolescentes gestionan compras en los negocios, aprenden a viajar en colectivo y a estar atentos a las dificultades que se puedan presentar en la calle. Según comentaron los profesionales, los progresos son evidentes y a cortísimo plazo, lo que se hace notorio en la satisfacción de los chicos y en la de sus familias.