A falta de una semana para las elecciones en Brasil, la oposición se aferraba ayer a una ligera caída del respaldo popular al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, para mantener viva su esperanza de llegar a una segunda vuelta. El Partido de la Social Democracia (PSDB) ha convocado para hoy a un acto “por un Brasil decente”, con el que pretender dar una demostración de fuerza y tratar de torcer el rumbo de un proceso electoral que, hasta ahora, sigue siendo francamente favorable a Lula.

    En el acto se ha anunciado la presencia de Geraldo Alckmin y José Serra, candidatos a la Presidencia y al gobierno del estado de Sao Paulo, a quienes miembros del comité de campaña de Lula querían involucrar en asuntos de corrupción con un falso informe. El intento de compra del documento puso en crisis al comando de campaña de Lula, que en los últimos días ha perdido a seis de sus miembros, incluido entre ellos su jefe y presidente del Partido de los Trabajadores (PT), Ricardo Berzoini, todos salpicados por el escándalo.

    Las encuestas conocidas desde que se supo de la maniobra dicen que Lula sigue como favorito para ganar en primera vuelta, pero al mismo tiempo indican que, a raíz del escándalo, ha perdido entre uno y tres puntos porcentuales. Hasta ahora, a Lula se le atribuye un intención de voto de entre 48 y 50 por ciento, frente a 30 por ciento que, en promedio, se le adjudica a Alckmin, el único de los candidatos en liza con alguna posibilidad de estirar el proceso. Según los cálculos del PSDB, si la intención de voto por Lula se reduce en otros tres o cuatro puntos en la semana que falta para las elecciones, habrá una segunda vuelta el 29 de octubre y será en un escenario completamente distinto, tras un mes más de campaña.

    Ayer, Lula dio a entender que está consciente del riesgo y, en un mitin celebrado en la ciudad de Sorocaba, en el interior del estado de Sao Paulo, afirmó que liquidará el pleito el próximo domingo y lanzó un reto a la oposición. “Pueden hacer denuncias. Pueden hacer lo que quieran. No hay ningún problema, porque vamos a ganar”, dijo Lula en un tono que recordó al sindicalista bravucón de otros tiempos. “Nunca dije que vamos a ganar las elecciones en la primera vuelta por modestia, pero ahora quiero decir que vamos a ganar el próximo domingo”, declaró ante unos 3.800 seguidores, según calculó la Policía.

    “Si alguien cree que la elección va a una segunda vuelta, que espere hasta el 2010, porque esta elección nosotros la vamos a matar el domingo”, dijo desafiante. “Ellos no van a tener que curvarse ante mí”, sino “ante la mayoría del pueblo, que ha aprendido a andar con la cabeza erguida y no se dejará llevar por maniobras”, subrayó Lula, dejando de lado el lema de “paz y amor” que ha marcado hasta ahora su campaña. En una comparación con la “traición” que dice haber sufrido de algunos colaboradores, Lula dijo que “Cristo fue traicionado y ni así perdió su importancia”, tras lo cual acotó que en esta campaña “lucha el pueblo contra la elite”. La campaña concluirá el próximo jueves, día en que los candidatos tienen previstas grandes concentraciones de cierre.

VUELTA A SUS RAÍCES.Lula ha convocado a sus seguidores a Sao Bernardo do Campo, en el cinturón obrero paulista, donde comenzó su carrera política desde los sindicatos metalúrgicos. Alckmin los concentrará en la vecina ciudad de Sao Paulo. Ese mismo día está previsto el último de los debates televisivos de la campaña, organizado por el influyente canal Globo, el de mayor cobertura nacional. Hasta ahora, Lula se ha negado a participar en debates con otros candidatos, con el argumento de que tiene el deber de “preservar” la imagen de la institución de la Presidencia de la lucha política. Sin embargo, según fuentes del PT, ahora se está evaluando la nueva situación y los responsables de su campaña tratan de adivinar qué puede ser más perjudicial, si su ausencia o su asistencia a un debate en el que todos los candidatos cargarán contra él.