Por el año 1519, una joven de 15 años, llamada Aleksandra Lisowska –conocida como Roxelana- , asistía silenciosamente a las necesidades de las concubinas del harén imperial de Selim I; cuando Suleimán el Magnífico, primogénito del sultán, la vio por primera vez. La esclava de cabellos rojizos ensombrecía a todas las mujeres que se encontraban allí. Las ansias de amarse nacerían al instante y la esclava se consagraría como la musa del esplendor del Imperio Otomano.

Suleimán heredaría la hegemonía de Oriente; cuya extensión, flota y ejércitos amenazaban la supremacía occidental del Emperador Carlos V. Sin embargo, la bienaventuranza de este Sultanato no residiría en algunas glorias sobre el mar; si no la sensualidad de Estambul, un exotismo propio de la riqueza cultural, que alcanzó el Imperio otomano, gracias al mecenazgo de las artes y la filantropíade los Sultanes.

Roxelana se había convertido en el fuego que arrasaría con las viejas tradiciones del palacio de Topkapi, la mano alzada de un soberano poeta, el corazón por un Reino más justo, y el gran asombro de los monarcas europeos. Pues el Sultán había libertado a su enamorada de su condición esclava para casarse con ella, aún pasados muchos años de albores compartidos.

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Hürrem –la que trae alegría-, como así la hizo llamar Suleimán; se convirtió en la primera esposa en poseer el título de Haseki Sultana. Con esta distinción se consagró como la consejera principal de su marido, desempeñando un gran papel en los asuntos del harén y del Estado.

Ese amor desmedido hizo de la vieja esclava, la musa de los grandes proyectos artísticos, sociales y caritativos de Solimán; al que inspiró para crear la más ilustre época del Imperio otomano. Quizás se deba a esa naturaleza misteriosa del amor, la misma que provoca que las artes broten genuinas, hermosas y nobles; y que esa bondad innata en el sentimiento se extienda tras los abrazos en la alcoba.

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Nace el amor

Suleimán y Mahidevran -su primera concubina-habían tenido a Mustafá. Sin embargo, eso no era suficiente para evitar que el Sultán añorase ser querido por Hürrem. Aunque aún no llevaba nada en su vientre, comenzaba a ser la mujer de sus ojos; un asunto delicado que le costaría la rivalidad y todo tipo de intrigas descalificativas.

Cuanto más desacreditaban a la eslava, ella iría gestando en su vientre hasta seis hijos -de los cuales su hijo Selim II heredaría el trono-. Hürrem y el Sultán habían desafiado la norma imperial otomana; la cual no permitía que las concubinas tuvieran más de un hijo con él. La finalidad del edicto buscaba proteger los intereses del Imperio de una acentuada influencia de una concubina sobre el Rey. Con ello también se velaba por la fidelidad al primogénito para evitar los terribles fratricidios durante la ambiciosa sucesión.

En 1534 los enamorados volverían a desafiar a la tradición con el matrimonio entre una concubina que además había sido esclava durante los dos Sultanatos. Solimán amaba tanto a Hürrem que la convertiría en emperatriz consorte con el título de Hakesi Sultana.