La Corte Suprema de Justicia cerró una grieta. Con un fallo logró terminar con duras discusiones políticas y poner a todos en una misma posición: en contra de beneficiar con la derogada ley del 2×1 a represores de la última dictadura. No hay registros en la historia argentina que muestren una oposición generalizada a una decisión del máximo tribunal. Y hasta los que hicieron alguna especulación política tuvieron que salir a repudiar el fallo que puede dejar de centenas de condenados por delitos de lesa humanidad en libertad. El fallo fue, sin querer, una bocanada de aire fresco para la defensa de los derechos humanos; esta vez, sin la utilización política y electoral que supo darle el gobierno anterior. Es, entonces, la oportunidad de volver al camino que comenzó a recorrerse desde 1983, aun con errores y correcciones sobre la marcha. Recordar que la vida democrática debe sostenerse en tres pilares irrenunciables: memoria, verdad y justicia.