No es lindo actuar en los casinos, porque estás contando un chiste y las maquinitas de alrededor hacen ruido monocordes, cuando no una alarma destemplada que le avisa a alguien que sacó un premio gordo. Es más incómodo que llevar una sandía en bicicleta. He visto a los jugadores. Los hay de distintos tipos. Está el jugador que va a tirarse unas fichas porque está más aburrido que conferencia sobre los beneficios sociales del aparato digestivo. Está el jugador que calcula todo, que sabe qué máquina es la que acostumbra a dar, que crupier es más blandido, cuáles son las posibilidades de que en las pantallas de las máquinas aparezcan cuatro bananitas. Y está el jugador compulsivo que fuma constantemente (Pregunta al pasar: ¿Por qué se puede fumar en los casinos y no en otros lugares cerrados? ¿Qué pasa? ¿En los casinos al humo de los cigarrillos lo barren a cada rato?), el jugador compulsivo que tiene cara de jugador, los ojos desorbitados, las manos en el bolsillo haciendo sonar las fichas, los pelos revueltos y cinco prestamistas atrás tratando de que les devuelva varias noches anteriores. Son los enfermos por el juego, han contraído la ludopatía, y no hay grageas para aliviar el mal. Todos los jugadores lo saben: el casino nunca pierde. Entonces, ¿quiénes pierden? Pues, los jugadores. La cosa está más sabida que el patrimonio de los Kirchner, sin embargo, siguen jugando, o sea, siguen perdiendo, tal vez por aquello de que hay que ser buen perdedor. Más de cincuenta millones de pesos ganaron los casinos de Mendoza en los tres primeros meses del año. ¿Saben ustedes quiénes perdieron? Pues los que van al casino. Esos que piensan: esta es mi noche. Hoy se me tiene que dar. Hoy hago saltar la banca. La banca no salta, arrastra a todo el mundo. Me dirán algunos, bueno, con algo tenemos que divertirnos. Pero, mi amigo, si es por eso, venga a jugar a la lotería con mi abuela, que va a perder igual, pero no más que diez pesos. Muchos ricos se arruinaron en los tapetes verdes de los casinos, pero, bueno, esos no me interesan, lo que me preocupa es que muchos pobres salieron por esas puertas llenas de luces mucho más pobres de lo que entraron. En fin… No va más.