Sin duda que para que el amor llegue no hay receta conocida ni escenario ideal. Aparece cuándo menos se lo busca y a veces, ¡teniendo miles de kilómetros de distancia! Y es que en un mundo cada vez más globalizado, en donde las redes sociales permiten “conocer”  personas y establecer nuevas formas de vincularse, ya no resulta imposible “tener una relación” con una persona que viva en otra ciudad, y hasta en otro país. Otro gran factor que interviene en este tipo de relaciones, es el dado por las oportunidades de trabajo y la “movilidad laboral”.

Si bien, no todas las parejas separadas por la distancia se derivan de la necesidad de “ganarse el pan”, allá donde quiera que esto sea posible, sí que podría decirse que la mayoría de los romances que no viven bajo el mismo techo tienen su origen en el campo laboral. Podemos mudar de país, idioma, clima y hasta religión en aras del amor, pero no podemos abandonar un puesto de trabajo mínimamente interesante, porque es posible que nunca más volvamos a encontrar otro.

En este modelo de relación es importante distinguir dos tipos de parejas, como apunta Carmen Sánchez, psicóloga clínica con máster en sexología y codirectora del Institut Clínic de Sexología de Barcelona, “están las que han vivido siempre juntas y, por diversas razones, deben separarse y las que han iniciado su relación estando ya en lugares distintos. Este el caso, por ejemplo, de dos personas que se conocen en un congreso o en vacaciones y cada uno tiene su vida montada en un lugar diferente. En el primer ejemplo, la pareja tendrá que reorganizar su relación, aprender a vivir de forma separada. En el segundo, lo difícil viene a veces cuando se juntan y deciden compartir el mismo techo. Algo que, por muy enamorados que estén, no siempre es fácil”.

Los amantes separados deberían hacer un monumento a la tecnología, las redes sociales, Skype y WhatsApp; ya que les permiten estar en contacto a cada momento sin gastarse un peso, sin embargo, hay aspectos que se pueden cuidar para que la cosa dure y trascienda lo máximo posible, en el tiempo y el espacio.

¿Hay que tener fecha de caducidad? 

Los expertos sostienen que la separación sin fecha límite es un escollo difícil de bordear en las relaciones a distancia porque no se ve la luz al final del túnel y la gente acaba desertando en aras de una mejor perspectiva. Es fácil estar un año separados, sabiendo que el tiempo corre a nuestro favor, pero muchos ven casi imposible permanecer en una relación en la que no se sabe cuándo se podrá por fin compartir cama –probablemente para limitarse a dormir en ella–, pelear por el momento más adecuado para poner el acolchado cuando llega el frío, discutir por la propiedad del mando a distancia o por quién debe hoy lavar los platos.

Huir del escepticismo y tener planes comunes

Como apuntaba en un artículo de la revista Bustle, el coach en relaciones Chris Armstrong, “el enemigo número uno de las parejas a distancia es el escepticismo”. Aquellas que dicen “vamos a probar”, sin mucha fe en los resultados del experimento, son las que primero descarrilan al encontrarse con una curva demasiado pronunciada. Hay que estar muy convencido, muy enamorado y tener proyectos conjuntos de futuro para afrontar inviernos en solitario, esperando que llegue la ansiada fecha de poder verse porque de lo contrario, uno tirará la toalla al primer round.

“Todas las parejas tienen que pactar cosas y llegar a acuerdos pero yo diría que en el caso de las relaciones a distancia esta tarea es todavía más imprescindible”, afirma Carmen Sánchez, “porque la ausencia de contacto, imprescindible para construir la relación, pueden dar lugar a muchos malentendidos. Es imprescindible la honestidad y confianza, y también es muy importante olvidar el estereotipo que todos tenemos de lo que es una ‘pareja normal’, si no queremos caer en la frustración. No hay parejas normales, cada pareja es un mundo y ella misma debe dibujar su universo, con la situación que tiene y las herramientas de que dispone”.

Hacer cosas juntos (y también separado)

Cenar juntos, ver una película o serie de Netflix sincronizados, leer el mismo libro, bailar o tener sexo a distancia son cosas que ya pueden hacerse gracias a Silicon Valley. Algo impensable para los emigrantes que pasaban largas temporadas sin poder ver, ni siquiera hablar con su media naranja. Actividades que unen, crean complicidad y temas de conversación.

En una relación a distancia el que se va a un lugar nuevo parece que, a primera vista, es el que juega con ventaja, ya que los retos de vivir en un sitio distinto lo mantienen entretenido y con la mente ocupada, pero no siempre es así. “Yo diría que depende de la personalidad del individuo”, puntualiza Sánchez, “porque los hay a los que estas tareas les resultan gratificantes y lo ven como un reto, un sano desafío; pero los más tímidos o introvertidos pueden verlo como algo estresante y añorar la rutina o cotidianeidad de su lugar de origen. En cualquier caso, el hecho de tener pareja no debe hacer que la persona viva solo esperando el momento en el que conectarse por Skype para poder hablar con el otro. Debe hacer su propia vida, salir y conocer gente. Esto no solo servirá para integrarlo y mantenerlo entretenido, sino para evitar sentirse muy frustrado, si la relación acaba, por haber dedicado tan poco tiempo para sí mismo”.

No urdir y no caer en chantajes sentimentales

“En casi todas estas relaciones hay siempre alguien que tira del otro; que trata, subliminalmente, de imponer su voluntad pero no es nada aconsejable que esto ocurra. Nadie debería sacrificar su futuro o proyección profesional en aras del otro, ni hacer cosas que realmente no quiera hacer porque más adelante esto puede pasarle factura. Casi siempre lo hace”, señala la especialista.

Visitas: no hay que reducirlo todo al sexo

A simple vista puede parecer que el escollo más grande para que una relación dure es el sexo, mejor dicho, la falta de este importante ingrediente, pero no siempre es así. Lo que abunda en una relación a distancia es el deseo, las ganas de estar con el otro y puede que este impulso dure más o se mantenga más fuerte que en otras uniones, debido a la distancia.

Claro que si las visitas se espacian demasiado se puede tocar el lado contrario y llegar a un desinterés por falta de aliciente. Para Carmen Sánchez, “los momentos en los que la pareja está junta son muy importantes y no hay que distanciarlos demasiado. Las ganas acumuladas durante tiempo pueden crear también mucho estrés y ansiedad, grandes expectativas que si no se ven cumplidas, llevan al desencanto. Cuando una pareja que está separada pasa algunos días junta espera que el sexo sea maravilloso, que todo vaya a la perfección, se pretenden hacer mil cosas en un solo día y hablar de todo lo que se tenía pendiente. Y a veces eso no ocurre. Algunos quieren pasar el día en la cama y otros añoran algo más de romanticismo. Es importante tener en cuenta que no somos perfectos, relajarse y no tener miedo a hablar de lo que sentimos o de temas profundos. Cualquier cosa mejor que el silencio o marcharse con la sensación de no haber sacado lo que uno llevaba dentro”.