En los países de amplia tradición budista, desde Japón hasta India, pasando por China, las barras de incienso humeando en las entradas de los templos ofrecen una de las imágenes más características para los visitantes, pero el uso doméstico está cada vez más extendido a nivel global con la popularización de prácticas como la meditación o la aromaterapia.

La quema de sustancias para obtener aromas agradables tiene una tradición milenaria, y se remonta a las antiguas civilizaciones egipcia y del Indo, hace ya 5.000 años, con fines religiosos o simplemente para ocultar malos olores. La antigua Grecia y Roma han dejado numerosos documentos sobre el amplio uso del incienso y la importancia de su comercio.

De su carácter muy especial habla que el incienso era uno de las tres ofrendas que portaban los Reyes Magos según narra la Biblia, y su uso no es solo religioso o ceremonial, sino que también se emplea en la medicina tradicional china.

Variedad de composiciones

De hecho, la antigua Ruta de la Seda Marítima, que antiguamente unía el sur de China con Europa a través de la navegación por el Océano Índico y el Mar Rojo, también fue llamada la Ruta del Incienso, un producto muy caro que se unía a las especias del este de Asia en su ruta hacia los mercados de Oriente Medio y Europa.

En la antigua China, el incienso más exclusivo fue, durante mucho tiempo, reservado para de las familias imperiales, pero fue durante la dinastía Tang (618-907 de nuestra era) que su empleo se abrió, inicialmente a las familias nobles debido a su alto precio, y luego al resto de la población.

Sin embargo, el incienso no es una sola sustancia, sino que es una mezcla cuya composición varía mucho en función de cada país, sus tradiciones y culturas, o de qué productos tiene disponibles: resinas aromáticas (como la mirra), aceites esenciales, flores o raíces secas…  .

En China y el sureste asiático el incienso se extrae de árboles de la familia “aquilaria” (madera de agar en español) y una de las zonas más importantes de la producción está en la provincia china de Guangdong (Cantón), en el extremo sur del país, aunque también se produce ampliamente en países de la región como Malasia, Indonesia, Vietnam y Birmania.

Aquí en Cantón, junto al puerto de la ciudad del mismo nombre que monopolizó el comercio exterior chino durante varios siglos, se concentra buena parte de la producción mundial de esta variante y existe hasta un museo dedicado expresamente a esta sustancia, en la ciudad de Dongguan.

 

Tradición y tecnología de la mano

Por todo ello, esta zona es uno de los referentes para conocer su complicada producción. Y es que el incienso tiene un proceso de elaboración largo y que muy pocos conocen, y en el que realmente merece la pena adentrarse.

Cuando un árbol de la familia “aquilaria” sufre un daño en la corteza o la rotura de una rama, su interior queda expuesto al ataque de un hongo. Como defensa a esa infección, el árbol secreta una resina especial que empapa la madera de la zona afectada.

Al cabo de varios años, la resina solidificada se extrae con herramientas especiales, dejando que el árbol continúe para mantener la producción.

El material extraído se convierte en pepitas o gránulos, aunque lo más habitual es que se reduzca a polvo y se mezcle con otros productos aromáticos y una base combustible. Sin embargo, a temperatura normal es inodoro y solo emite su particular aroma al quemarse.

La presentación más habitual se logra comprimiendo esa mezcla en torno a varillas de bambú, pequeñas para el uso doméstico, pero que pueden ser muy largas y gruesas en los templos.

También en los templos se pueden ver largas espirales que se cuelgan y adoptan una vistosa forma cónica, mientras que en el hogar es frecuente la quema de pequeñas varillas, aunque es corriente su empleo en forma granulada o de pequeños conos.

En la ciudad de Dalingshan, también en la provincia de Cantón, aún se mantiene el último de los cuatro bosques imperiales de cultivo de estos árboles y producción del incienso.

El centro tiene más de 60.000 árboles, de los cuales 18.000 tienen más de cien años y algunos incluso más de trescientos años.
El director de las instalaciones, Huang Ou, explica que el actual método de elaboración, que se compone de una treintena de procedimientos, es el resultado de siglos de conocimientos unidos a la moderna tecnología, a fin de aumentar la producción y mejorar sus calidad.

Múltiples utilidades

Por una parte, la correcta acidez del suelo es fundamental para el crecimiento del árbol y el desarrollo del hongo. Además, se realizan cortes en la corteza de los árboles y se introduce el hongo en ellos para acelerar la velocidad de la reacción química y mejorar la calidad del incienso.

Al cabo de un tiempo, el árbol expele una resina blanquecina que, después de años, pasa a marrón y negra, mucho más madura. El incienso se puede recolectar al cabo de cinco años, pero las variedades de más alta calidad pueden exigir décadas de espera, y en algún caso incluso un siglo, asegura Ou.

La calidad depende de cómo es la invasión (la cantidad del hongo presente y la velocidad de la reacción del árbol ante la infección), y no tiene relación con la edad del árbol, aunque un ejemplar viejo puede llevar produciendo ya muchos años en distintas zonas de su tronco y ramas.

Los expertos han diferenciado más de cien tipos y calidades diferentes de incienso, y el más exquisito y viejo puede costar hasta 20.000 dólares por gramo.

Sin embargo, a la hora de usarlo, las varillas que quemamos apenas tienen entre un 18 y un 25 % de incienso auténtico, y eso solo en los productos de más alta calidad, ya que los de categoría inferior contienen una proporción bastante menor, explica Ou.

Los bosques controlados son necesarios porque hay grupos de recolectores ilegales que vagan por los bosques y, con frecuencia, dañan los árboles o incluso los cortan para vender su madera en artísticos fragmentos, un producto muy caro en China. 
En la vecina Hong Kong han sido muy frecuentes las talas ilegales por grupos de chinos que luego exportan ilegalmente el material.

China ha mantenido con los siglos una ceremonia tradicional de preparación del incienso, en la que una servidora o integrante de la familia ejecuta los movimientos según un orden muy concreto y con utensilios especialmente creados para este uso.

La ceremonia, similar en su concepción a la de preparación del té, establecía incluso entre las familias más ricas que el incienso se encienda y respire en una habitación específica del hogar.

Pero el incienso también tiene otros usos muy importantes, como en perfumería: además de aportar su olor, ayuda a estabilizar la calidad de los compuestos aromáticos de perfumes y colonias.

También es muy usado en medicina tradicional china. Si bien la corteza y las hojas del árbol son tóxicas, el incienso en polvo se usa disuelto en agua hervida para pacientes con problemas cardiacos o neurológicos, así como para aliviar el dolor o trastornos del sistema digestivo.

Sea como sea, no hay duda de que el incienso va a seguir muy presente en nuestras vidas, ya sea en los perfumes, por motivos espirituales o en la búsqueda de oasis de relax, paz y tranquilidad entre el vértigo de la vida moderna. Y, con ello, la tradicional forma de elaboración y producción se mantendrá durante muchas generaciones.