Primero se arrojó en parapente para sobrevolar los Alpes suizos. Antes se había lanzado un compañero, que trató de tomar más altura que él.

Al quedar posicionados a corta distancia, el que estaba más arriba dejó caer un columpio. Entonces Quentin Luçon dejó su parapente y se tomó del agarre.

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Así se mantuvo algunos segundos, columpiándose en el escenario más espectacular que se pueda imaginar. Y luego se dejó caer al vacío.

Por último, abrió el paracaídas que tenía en la espalda y aterrizó plácidamente. Misión cumplida.